Esto no es España, esto es "Polancaña". En la mañana del lunes 3 de mayo, Iñaki Gabilondo, Cadena SER, el programa más oído de España, comenzaba su emisión (8 de la mañana) con una contra-noticia. Es decir, con una matización al secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, quien declaró que cabía una resolución de Naciones Unidas antes del 30 de junio, lo que conllevaría el envío de una fuerza multinacional que diluyera el papel que ahora mismo juegan los Estados Unidos. En otras palabras, que el Gobierno de Rodríguez Zapatero podría quedar un poquito mal por su precipitación en hacer que los efectivos españoles regresaran a nuestro país.

 

Y eso, el hombre de Polanco no podía permitirlo. Sin citar al diario La Razón (que era a quien se refería) el "relaciones públicas" del Gobierno socialista insistió, una y otra vez, en que se trataba de una "noticia con sordina" (dando a entender que había que oírla con reparos) y, con el apoyo del corresponsal de la cadena en Estados Unidos, aseguró que ni tan siquiera Estados Unidos había presentado un borrador de resolución (entonces, ¿por qué Kofi Annan dice lo que dice?). Los hombres de Polanco, convenientemente aleccionados, corren presurosos en socorro del vencedor. Gabilondo carga sobre sí el peso de la diplomacia española.

 

En otro orden de cosas, la progresía de "Polancaña" ha creado una especie de lenguaje simbiótico de información y publicidad. De comienzo a fin, la mezcla entre información y propaganda es tal que superponen titulares y anuncios. Hoy mismo, hemos llegado a creer que Zapatero no arengaba a sus huestes en Vista Alegre sobre las próximas elecciones europeas, sino que aconsejaba a la audiencia de la Ser que adquirieran un Mercedes en los concesionarios madrileños, tal era la confusión entre información y publicidad. Gabilondo lo tiene claro: la audiencia debe escuchar los anuncios… aunque no quiera.

 

Esto no es nada extraño. A fin de cuentas, la generación progre de Iñaki Gabilondo comenzó pidiendo la revolución socialista  en los años 70, pero en los 80 ya estaba trabajando en las agencias de publicidad de Manhattan.