José María Aznar prometió que abandonaría el Gobierno tras su segunda legislatura. Y cumplió con su palabra castellana. Pero no calculó ni el 11-M ni mucho menos el 14-M. Y la nueva situación le mantiene en un estado de nockeo permanente: esto no era lo previsto.

 

Así que no se resigna a abandonar la nave. Primero fue la Tercera del ABC en la que criticó la retirada de las tropas. Y el lunes 3, el dardo iba dirigido a su propia casa. En primer lugar, entona el "mea culpa" sobre la "quizás" falta de previsión en torno al terrorismo islámico, obnubilados como estaban con los éxitos policiales en la lucha contra ETA. Y no es para menos, porque tanto el general Calderón del antiguo CESID, como las embajadas de países árabes y organismos administrativos mantuvieron informado al Gobierno sobre la amenaza islámica, sin que desde Interior se tomaran las medidas necesarias. "El enemigo es ETA", era la consigna. "Todos los terrorismos son iguales", es el discurso de ahora.

 

¿A qué venía el acto de contrición? Quizás a la voluntad de responsabilizar a los titulares de Interior, que ignoraron las sendas advertencias remitidas desde diferentes fuentes. O quizás una tarjeta amarilla para que a ningún popular se le ocurra reclamar una comisión de investigación parlamentaria. La experiencia parlamentaria española demuestra que estas comisiones las gana siempre el partido en el Gobierno. Probablemente, por eso, las ansias revanchistas de Acebes y Zaplana se han quedado a remojo. Sólo queda Esperanza Aguirre que desde los micrófonos de la SER reclama una comisión para conocer "toda la verdad". Gracias Espe.

 

El otro recado iba dirigido a Mariano Rajoy. El gallego le recriminó la derrota la misma noche electoral. "Esto nos ocurre por habernos metido en tu puta guerra", dicen que dijo. Además, Rajoy no está a gusto. Ha sobrepasado su nivel de incompetencia. "Es un hombre que viaja en la ola, pero no de los que rompen la ola. No es un líder y menos para una oposición", señalan fuentes del partido. Por otra parte, Aznar no perdona las infidelidades y prepara un relevo. Quizás, por eso, dijo estar muy satisfecho con Rajoy porque era "uno de los candidatos a la sucesión mejor capacitados". O sea, "uno de", no el mejor. ¡Toma desautorización bicefálica!

 

Descontado el mal de ojo del todavía líder, el partido especula sobre el sucesor del sucesor. Zaplana y Gallardón suenan como los tapados, aunque no está claro que sean capaces de levantar un partido agónico que camina inexorablemente hacia la derrota en las europeas. Mientras tanto, el verdadero líder, Rodrigo Rato, se resigna a dirigir el FMI y tira la toalla sobre la batalla interna en el Partido Popular. Son los costes del aznarato por haber manifestado abiertamente su oposición a la participación española en la guerra de Iraq. Vamos a más.