Los autores del estudio, publicado en la revista médica Pediatrics, ofrecen diversas hipótesis: que los estímulos constantes de las imágenes televisivas incitan al aburrimiento ante actividades monótonas como las de asistir a clase o hacer los deberes; que el cerebro infantil, aún en formación, se desarrolle de manera inadecuada; que la televisión desplace a otras actividades que favorecen la capacidad de atención (leer, jugar, hacer deporte), o que favorezca la inatención. Una cosa está muy clara: el tiempo total pasado ante la tele se asocia con peores resultados educativos.
La Academia Americana de Pediatría ha dirigido a los padres -las personas "mejor situadas para estimular entretenimientos alternativos a la televisión"- cinco recomendaciones: que el tiempo que los niños dediquen a la televisión no exceda de una a dos horas diarias, aunque se trate de programación de calidad; que se retire el aparato de las habitaciones de los niños; que se estimule a los niños con actividades más interactivas que promuevan un desarrollo cerebral adecuado (hablar, cantar, jugar o leer juntos); que se supervisen los contenidos que niños miran; que se aprovechen los contenidos para hablar de los valores de la familia, las conductas violentas, la sexualidad o las drogas.
Clemente Ferrer Roselló
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