La televisión acelera el comportamiento de los niños. Si un niño se pasa más de dos horas al día viendo la televisión será más propenso a sufrir trastornos de atención en la adolescencia. Es la conclusión más llamativa de un estudio de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda). Ya era conocida la influencia negativa de la televisión en el desarrollo de los más jóvenes, pero nunca se había llegado hasta descubrir que el déficit de atención perduraba hasta la adolescencia.

Los autores del estudio, publicado en la revista médica Pediatrics, ofrecen diversas hipótesis: que los estímulos constantes de las imágenes televisivas incitan al aburrimiento ante actividades monótonas como las de asistir a clase o hacer los deberes; que el cerebro infantil, aún en formación, se desarrolle de manera inadecuada; que la televisión desplace a otras actividades que favorecen la capacidad de atención (leer, jugar, hacer deporte), o que favorezca la inatención. Una cosa está muy clara: el tiempo total pasado ante la tele se asocia con peores resultados educativos.

La Academia Americana de Pediatría ha dirigido a los padres  -las personas "mejor situadas para estimular entretenimientos alternativos a la televisión"- cinco recomendaciones: que el tiempo que los niños dediquen a la televisión no exceda de una a dos horas diarias, aunque se trate de programación de calidad; que se retire el aparato de las habitaciones de los niños; que se estimule a los niños con actividades más interactivas que promuevan un desarrollo cerebral adecuado (hablar, cantar, jugar o leer juntos); que se supervisen los contenidos que niños miran; que se aprovechen los contenidos para hablar de los valores de la familia, las conductas violentas, la sexualidad o las drogas.

Clemente Ferrer Roselló

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