El problema no es listas abiertas o cerradas, ni primarias o no primarias, abiertas o cerradas. Un partido político no está ahí para el pluralismo interno sino para el externo. Y, sobre todo, está para proponer un programa a la sociedad. Ya saben, lo de Anguita: programa, programa, programa. O sea, lo contrario al sofisma de la estabilidad política a través del bipartidismo.

Por mí, que los partidos sean monolíticos si existen suficientes con opciones lo más opuestas posibles para ofrecer a los ciudadanos una elección real. El divorcio entre ciudadanía y política se debe a esto: a que el administrado piensa que "todos los políticos son iguales".

En el caso del PSOE, sorprende que todos los líderes (en la imagen Susana Díaz y Carme Chacón) hablen en nombre de la renovación de todo, pero no de todos. Todos apuestan por el cambio, pero no de personas. Es decir, todos apuestan por el cambio pero ninguno se jubila.

El divorcio entre ciudadanía y política se debe a esto: a que el administrado piensa que "todos los políticos son iguales"

Ahora bien, al fondo de esta lucha de ambiciones se encuentra el programa. El PSOE, como casi toda la izquierda europea, ha pasado de preocuparse por la justicia social a convertirse en progresista. Insisto, ya saben lo que es el progresismo: "Abajo los curas y arriba las faldas".
Cristofobia y libertinaje sexual
. Para entendernos, Elena Valenciano.
Ese es el verdadero debate, quizás la última oportunidad del PSOE. Por lo que veo, todo apunta a que va a perder ese tren y seguirá siendo un partido progre capitalista. ¡Ojalá me equivoque!

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com