Primera noticia. En Teherán, se ha abierto una oficina de reclutamiento de terroristas suicidas. Al parecer, ya han conseguido 2.000, uno de ellos de siete años de edad, lo que supone que se trata de un infante muy comprometido con la causa islámica. Se parece a aquel palestino, de 14 años, que se mostraba dispuesto a inmolarse, y de paso llevarse por delante a unos cuantos judíos, "porque no le caía bien a la gente", especialmente a la adolescente de la que estaba enamorado, supongo. El movimiento se llama "Martirios del Movimiento Universal Islámico", y el programa de actividades es de lo más liberal. De hecho, los voluntarios pueden escoger entre reventar sus entrañas y las del prójimo en Israel, en Iraq o cargarse, en versión homicida o suicida, según proceda, al escritor Salman Rusdhie, lo que aporta una nota de color al asunto.

 

Segunda información. La policía italiana ha detenido en Milán a Mohamed el Egipcio, un terrorista islámico que, se supone, tuvo mucho que ver con el 11-M, y sobre quien la Audiencia Nacional solicitará su extradición a España. Mientras, los portugueses andan a la búsqueda de un hombre enviado por Al Qaeda para perpetrar un atentado en la Eurocopa de Fútbol. Al parecer, este presunto terrorista de Ben Laden había pasado por Marruecos para reclutar terroristas suicidas en un país ahora convertido en aliado de Francia y en socio militar preferente de Estados Unidos.

 

Pero ninguna de esas informaciones significa mucho. Todas ellas proceden de fuentes lejanas y oficiales (es decir, doblemente lejanas). No te puedes fiar de ellas, están trufadas de verdades interesadas y mentiras aún más interesadas. No, lo que realmente les otorga crédito son las vivencias personales, no las noticias de los medios informativos. Recuerden: "La mitad de lo que dicen los periódicos es mentira, y la otra mitad no es verdad". O como decía el otro: "La única verdad escrita en un periódico es la fecha de la edición".

 

No, Teherán, Marruecos, Milán son territorios demasiado lejanos. Las vivencias personales, por el contrario, son próximas y, además, explican la realidad mediática. Por ejemplo, en la mañana del martes 8, se celebraba una misa en la parroquia de San Leopoldo, una iglesia de la humilde barriada madrileña de Lucero. Oficia el sacerdote joven, mientras el párroco, ya talludito, cuelga la ropa en el patio trasero. De repente, comienzan a oírse unos ruidos, apenas inteligibles. Los feligreses nos enteramos a la salida de lo que había ocurrido, que, afortunadamente, no fue nada.

 

Cuatro adolescentes magrebíes entran en el patio de la vivienda parroquial y se encaran con el sacerdote. Éste les dice que no tienen porqué estar ahí y el jefe de la pandilla le amenaza, así, sin más, con ponerle una bomba en la Iglesia. Luego, se burlan de él y piden que llame a la policía.

 

Al parecer, estos héroes del Islam no van a la escuela, por lo que podemos sospechar que la lectura no constituye su pasatiempo favorito, pero sí ven la tele, porque hoy la tele la ven hasta los agonizantes de Ruanda. Y los chicos se habían empapado de la terminología Al Qaeda, y del odio, más que a Occidente (los marroquíes no sienten la fiebre anti-Bush), a los templos cristianos. Al parecer, los chavales habían visto cómo sus correligionarios tomaban la Catedral de Barcelona, animados por alguna solidaria ONG de esas que siempre tienen acceso a las cámaras de la televisión pública, cómo se inclinaban para rezar delante de un altar cristiano (aunque mirando a la Meca, eso sí) y cómo, de paso, se orinaban delante del altar.

 

Y también vieron con qué gentileza la policía decidió pedirles que abandonaran el encierro y cómo salieron, orgullosos de la hazaña, blandiendo el signo de la victoria. Y esos mismos chavales adolescentes saben que sus mayores catalanes amenazan con volver a encerrarse en las iglesias, y saben, también, que mientras no causen problemas electorales al Gobierno, éste se cuidará muy mucho de dar espectáculos de brutalidad policial. Además, mientras se encierren en iglesias, pues mira… ¿o es que ahora a los progresistas les van a preocupar las profanaciones?

 

Estos adolescentes saben que Occidente, expertos en no creer en nada, en no valorar nada, empezando por su religión, se pliega siempre ante las amenazas. Prisionero de su propio relativismo y de su propia cobardía, Occidente cede una y otra vez. Saben que Occidente está repleto de cristianos ateos, dispuestos a auto-flagelarse, a arrearle a su propio credo y exigir tolerancia y respeto a los credos foráneos. Así que los musulmanes no tienen más que atacar los símbolos y las realidades cristianas, golpear en los sentimientos más íntimos de la España real, que no de la España oficial.

 

Lo trágico es: ¿Cómo es posible que a un puñetero adolescente se le ocurra amenazar a un cura diciéndole que le va a poner una bomba? Si la adolescencia es una etapa de formación de la personalidad, ¿qué personalidad va a salir de ese proyecto de hombre? Pues, un terrorista, seguro.

 

Y la solución a todo lo anterior no es cerrar las fronteras. Las fronteras hay que abrirlas, entre otras cosas porque de nada sirve cerrarlas. Hay que abrir las puertas pero exigir a quien entra que respete los principios de la sociedad que le acoge. Y exigírselo por la fuerza, si es necesario. Lo peor del asalto barcelonés a la Catedral y a otras iglesias fue que los asaltantes se fueron de rositas. Porque todos los que ofendieron a los cristianos, mayoritarios en España, sí que debían haber sido deportados y de inmediato.  

 

Y el secreto de esta aparente paradoja es muy sencillo: Las ideas se combaten con ideas, las agresiones con legítima defensa, sin racismo y sin complejos. Claro que, para eso, hay que estar convencidos de algo. Porque el problema de fondo del choque de civilizaciones es tan simple como esto: Los musulmanes sí creen en algo, a veces en verdaderas mamarrachadas. El problema es que, enfrente, da la sensación de que no tienen enemigo.

 

 

Eulogio López