La noche del triunfo electoral del PP, llamó la atención la gran pancarta entre los militantes de la Calle Génova.
Se leía: "Ni a los 16 ni a los 18. Aborto abolición". Ante las leyes injustas, es lo que cabe. Darles continuidad es participar de la degradación moral de quienes las promovieron y aprobaron, retratarse como políticos intercambiables, como si, para ellos, sólo contara el interés aunque sea espurio.
Cualquier ley de aborto es ilegítima. Esas leyes son expresión de políticas de tiranía contra los más débiles e indefensos. La despenalización del aborto bajo cualquier excusa, no es sino la estrategia de poderosas organizaciones para reblandecer la conciencia y facilitar un segundo paso: el reconocimiento de un supuesto e inexistente derecho al aborto. Ya se ha visto en España.
Hay quienes hablan de diálogo o debate sobre el tema del aborto, como si la vida fuera moneda de cambio. El crimen contra los niños nacidos o por nacer es siempre abominable y hay que acabar con esta ignominia como se acabó con la esclavitud.
La dignidad del ser humano, la defensa de su vida en todos sus momentos y formas, es uno de los principios no negociables de que habla Benedicto XVI, claro para todos los que no se ponen vendas en los ojos.
Josefa Romo