Con lo bien que le hubiese venido a esta chica, a Carme, asistir a una eucaristía, con los marinos, nada menos que la misa de su patrona, la Virgen del Carmen. El problema de calificar España es que es un país con historial poco laico. Prescindes de la religión y te quedas sin el 90% del patrimonio cultural español, sin el 85% de su historia, sin el 80% de sus tradiciones, sin el 75% de  sus festejos, sin el 70% de su música, el 65% de la literatura, el 60% de la escultura, y el 55% de su pintura. Vamos, que te quedas sin el Museo del Prado y sin gastronomía. Te quedas sin comer.

De propina, pierdes todo edificio de más de 200 años, especialmente aquí, en España, la tierra de María, donde no existe pedanía que no posea su ermita, y donde los tres ejércitos -lo digo por la Chacón- están enmarcados en símbolos cristianos, por mucho que llevemos años borrando la Cruz de San Andrés del fuselaje de nuestra fuerza aérea, reduciendo el cuerpo de capellanes e intentando cerrar la capilla del Cuartel General del Ejército.

El problema de laicificar España es que corres el riesgo de quedarte sin España y sin historia. Yo comprendo que a una mentalidad laica y moderna, como la de la señora ministra, este panorama le haga mesarse los cabellos, pero la historia es muy terca, tiránica.

Los hombres más varoniles no se caracterizan por acostarse con muchas señoras -eso es el mariposón- sino por relacionarse con dos: con aquélla a la que entregó su vida y con aquélla que le dio la vida. Los argentinos, que son muy coñones, hablan de la "España rosa", dado el poder omnímodo que han copado los sodomitas con Zapatero, pero nuestra historia aún está repleta de hombres barbados con un cariño inmenso a Santa María, la doncella de Nazaret, a la que veneran como aquélla que les dio vida sobrenatural, en calidad de correndentora. De hecho, la Inmaculada Concepción es un invento español, que Roma, casi obligada desde Iberia, terminó por elevar a la categoría de dogma. Los españoles, deprimentes en tantos aspectos, con más coraje físico que ciudadano, soberbios de nuestra poquedad, tantas veces encerrados en nosotros mismos, un punto perezosos, dos puntos altaneros y tres resentidos, hemos sabido, sin embargo, honrar a nuestra Madre del Cielo desde Finisterre a Gata y desde Figueras a Ayamonte.

Hoy se celebra la festividad de la Virgen del Carmen, esa devoción que va camino de cumplir el milenio, con privilegio sabatino incluido. Desconozco cómo se mide el tiempo un segundo más allá de la muerte, pero tampoco conozco muchas madres que sepan explicar la entrega por sus hijos, ni falta que les hace.

Este 16 de julio, cuando los carmelitas, los del escapulario impuesto y los marinos -militares y civiles- festejan a la Virgen del Mar -la Virgen de julio, dicen en los pueblos del Interior, donde el mar no se puede concebir- la señora ministra de Defensa, Carme Chacón, se ha negado a acudir a misa del Cuerpo de Marina, porque ha hecho fe de laicidad. Ella se lo pierde. Se está perdiendo la España a la que representa, así como los sentimientos de los españoles y la tradición. Y no olvidemos que la tradición no es conservadurismo: es -Chesterton dixit- la democracia de los muertos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com