Enhorabuena por su artículo sobre las Cajas y la doctrina de Basilea. Soy trabajador de una antigua Caja, ahora reconvertida en Banco y en breve en banco público.
Coincido con Vd. en su análisis del origen, función, deriva y final del sistema de cajas, en las que los criterios de utilidad política se impusieron a los criterios de los profesionales bancarios.
Únicamente añadiría que a la mala gestión política se ha añadido la inquina y la mala fe de la banca privada española, que durante estos años no ha podido evitar la competencia de la red de cajas, obligándoles a moderar sus márgenes y a extender sus redes hasta todos los rincones del país.
Además de democratizar el acceso al crédito, las Cajas han cumplido una importante función de servicio publico, manteniendo una importantísima capilaridad en sus redes de oficinas y permitiendo el cobro de haberes y el acceso a los servicios financieros hasta en los más recónditos pueblos de nuestra geografía.
Cuando los bancos privados empiecen a cerrar todas las oficinas que no alcancen los mínimos de rentabilidad exigidos por sus inversores, muchas de ellas, antiguas pequeñas sucursales de las cajas regionales, veremos lo que ocurrirá.
Como ya antes se ha hecho con las escuelas y los centros de salud, los pueblos perderán un nuevo elemento de vertebración social y acelerarán su colapso.
Estoy convencido de que más pronto que tarde habrá que reinventar las cajas de ahorros para cubrir el espacio que no van a atender los bancos pero partirán de una indudable desventaja de capital y tamaño.
Es importante saber distinguir entre la casta política que puebla los consejos y algunos puestos de alta dirección del conjunto de profesionales que desempeñaban su función a todos los niveles de la organización con bastante competencia y eficiencia, en algunos casos, al mismo nivel que en el resto del sector.
En mi opinión, España no puede permitirse el lujo de desaprovechar el conocimiento profesional acumulado por las plantillas de las cajas. Ni tampoco regalar a los bancos, y por tanto al capital privado nacional y sobre todo extranjero, después del ingente esfuerzo financiero del estado necesario para su saneamiento, la cuota de mercado todavía en poder de las antiguas cajas de ahorros, cuya historia, vista con la perspectiva de los años, se merece una nueva oportunidad a pesar de las malas practicas de la ultima etapa.
Eso sí, para ello sería imprescindible despolitizar la gestión y dejarla en manos profesionales, sometida a controles rigurosos tanto nacionales como internacionales, igual que el resto del sistema financiero.
Manuel Oñate