Por lo general todas las calumnias son ciertas y todos los mitos, reales. La mentira no perdura, no sólo tiene las patas cortas sino la vida breve: no soporta el paso del tiempo, ni el paso de la historia. Y, en pocas palabras, las cosas no ocurren porque sí, no hay verdad más profunda que una mesa es una mesa y las secretarias sólo huelen bien cuando usan una buena colonia. Tengo para mí que la Atlántida existió, no me cabe la menor duda, y que los atlantes aún pasean por el mundo, como el judío errante, y que, en suma, la única quimera que ha existido en el mundo es el reino de la casualidad. La casualidad, esa ramera, es la gran falsedad que existe sobre el planeta. 

 

Por ejemplo, sorprende el espléndido tratamiento que suelen recibir los laboratorios farmacéuticos, un sector al que la prensa económica y la especializada tratan con exquisita delicadeza. En parte, ello es debido al quehacer de los analistas financieros, unos señores que estudian una empresa, la ponen cabeza abajo, le aplican varios "cienes y cienes" de ratios… sin saber siquiera qué es lo que fabrican.

 

Sea como fuere, lo cierto es que las multinacionales farmacéuticas son uno de los poderes más intocables en la sociedad de la información, a pesar de que son quienes se lucran con la cultura de la muerte. A lo mejor algo tiene que ver el hecho de que esos laboratorios dediquen grandes sumas a publicidad y patrocinio, que los mejores viajes para periodistas se los lleven los periodistas sanitarios, y que un montón de actividades estén financiadas por estas máquinas de hacer dinero, no siempre dedicadas a curar de nuestra salud y, a veces, empecinadas justamente en lo contrario.

 

Y no me refiero sólo a la financiación que las marcas de condones, verdaderas multinacionales, otorgan al colectivo farmacéutico, o de los viajes para médicos, o del hecho de que haya farmacéuticos empeñados ahora en patrocinar reuniones políticas de alto nivel, sabedores de que en el mundo están sucediendo cosas tan novedosas como que los ministros de economía europeos se hayan hecho unos verdaderos especialistas en gasto sanitario (que no saben cómo controlar) o que nadie controle el uso de las patentes de estos laboratorios sin reparar en el difícil acceso a los mismos de las economías más desfavorecidas, sino en el lavado de cerebro y la propaganda que estas multinacionales ejercen en un campo tan delicado como el de la salud y la vida.

 

Pero centrémonos en la cultura de la muerte, abortivos y anticonceptivos que tantas fortunas han provocado. Por ejemplo, días atrás hablaba aquí de Schering, la espantosa multinacional alemana que ha impedido el nacimiento (antes o después de la concepción, indistintamente) de millones de seres humanos. Pues bien, ¿cómo se hace simpática una empresa tan antipática? Pues, por ejemplo, patrocinando el master en periodismo sanitario de la Fundación de Educación para la salud (Fudnacesp) y la Universidad Europea de Madrid, uno de los centros universitarios privados más caros de Madrid, propiedad de una multinacional americana que cotiza en Bolsa, y, por lo tanto, debe ofrecer a sus accionistas un beneficio por acción por encima de la inflación… al precio que sea. Por ejemplo, al precio de aceptar el dinero de Schering, un dinero un poco sucio.

 

Pero hay más. El director de este curso para formar profesionales del periodismo sanitario (cada vez más importante) es Ramón Sánchez Ocaña. El centro donde se imparte el redicho master (y del que salen los profesores que cobran por dar clases en el mismo) es el Hospital Clínico de Madrid, cuyos profesionales sanitarios, sin duda apreciarán la generosidad de Schering.

 

Es más, no contemplo a muchos postgraduados en tan sabroso master hacer preguntas incómodas sobre el origen de los fondos que les patrocinan y financian, así como la actividad misma de Schering.

 

Por que las cosas, saben, no suceden por que sí. Y no se trata "cherchez la femme", sino de "cherchez l'argent", que es mucho más interesante. A fin de cuentas, el siglo XX fue el que inventó el nuevo nombre, precioso eufemismo, de la corrupción: patrocinio, a ser posible, patrocinio cultural. Todo sea por la educación.

 

Eulogio López