A pesar de la rebelión de clérigos chiítas, de los multiplicación de actos violentos contra las tropas de ocupación, de las tomas de Faluya y las lucha urbana en los alrededores de Bagdad o Basora, a pesar de que la insurgencia crece por momentos, a pesar de la ruptura de la coalición internacional y el boicot de Francia y Alemania para que las Naciones Unidas se mantengan al margen y Estados Unidos se estrelle, lo cierto es que la mayoría de la población iraquí, y especialmente la minoría cristiana, la más occidental y la más democratizable, así como la mayoría kurda, e incluso buena parte de los chiítas, estaba feliz de la presencia de las tropas extranjeras.

 

Al final, George Bush podía haberse salido con la suya y, a través de una guerra injusta, lograr un asomo de democratización en Iraq, único bien que podía sacarse de tanto mal. Pero todo eso ha sido cierto hasta las fotos de las torturas en la prisión de Abu Ghraib, especialmente ahora que se sabe de la brutalidad de las tropas norteamericanas. Al menos en parte, podía estar sistematizada, es decir, que no fueron unos pocos soldados bestiales, sino que de alguna manera había programación en lo que todas las cancillerías han calificado como horror y vergüenza. 

 

A partir de ahí, la situación se ha descontrolado de forma total. La mañana del lunes 10 ha sido dura para el euro y ha supuesto un desastre bursátil. Ahora bien, el verdadero termómetro no es la Bolsa, sino el precio del crudo y el nuevo acuerdo de la OPEP para reducir la producción. Es la gran venganza del mundo islámico respecto a Estados Unidos. Y ahora nadie les va a afear su conducta, que no deja de constituir un chantaje. Washington ha perdido toda fuerza moral que le pudiera caer. Una imagen, en este caso, no sólo ha valido más que mil palabras, sino más que un millón de análisis económicos.

 

Además, ahora sí que George Bush corre serio peligro de perder las elecciones presidenciales norteamericanas del próximo mes de noviembre. Hasta sus más enconados enemigos, y pasa por ser uno de los ciudadanos más odiados del planeta, le consideraban malo y tonto, pero coherente con su ideario. Un hombre al que Aznar definió de la siguiente forma: tiene las ideas muy claras. La humillación a unos desnudos e inermes prisioneros iraquíes convierte esa coherencia en puro papel mojado.

 

Con el petróleo disparado no hay opción posible, especialmente para la zona del mundo más dependiente del petróleo: Europa.