Javier Madrazo, el coordinador de Ezker Batua, ha dicho que la Iglesia tiene ahora, ahora que ha muerto Juan Pablo II, una posibilidad única para acercarse a la sociedad y para abrirse al mundo. Yo, se lo digo de verdad, en cuanto Madrazo habló, servidor, punto en boca. Mantengo una atención intensa a sus palabras y en cuanto termina corro a ponerlas en práctica. Estamos hablando de Madrazo.
Así que enseguida me he puesto manos a la obra para concretar el programa de acción que me brinda Madrazo.
En efecto, tras Juan Pablo II, es precisa una apertura en la Iglesia. Magna apertura ¡Qué digo! Son precisas al menos tres aperturas. Porque el papa polaco ha detenido la crisis, un verdadero caballo desbocado que amenazaba con estrellarse contra cualquier muro. Luego ha aclarado la doctrina. Es más, podríamos decir que los méritos de veinticinco años de pontificado pueden resumirse en dos: ofrecer esperanza un mundo temeroso y ofrecer claridad doctrinal a una humanidad confusa. Ahora bien, lo que Juan Pablo II no puede hacer es obligar a los cristianos a comportarse como tales. Eso ni tan siquiera puede hacerlo Cristo, que ha creado hombres libres, a los que puede cortejar, pero nunca seducir.
Por eso, como cortejo, las tres posturas: hay que abrir los confesionarios, que están criando telarañas. Todos los problemas del mundo moderno son los que ya expresara Pablo VI: el pecado del siglo XX es la falta de sentido del pecado.
En segundo lugar, hay que abrir los sagrarios. El último regalo de Juan Pablo II no fue baladí: el año eucarístico. Pero el Santísimo sigue encerrado en los sagrarios, en lugar de ser expuesto a los fieles. Y las puertas de los templos siguen cerradas, cuando deberían abrir 24 horas, con o sin seguridad.
La tercera apertura es la de los armarios. No, no me estoy refiriendo a eso. En lo armarios ya no queda homosexual alguno, porque así todos ellos hacen alarde de su condición. No, lo que hay que sacar del armario son las sotanas, verdadera pieza clave en la sociedad de la imagen, donde, al parecer, se vive un cristianismo más vergonzante que militante.
Tres aperturas para cambiar el mundo. Madrazo, como siempre, está cargado de razón.
Eulogio López