Por cierto, de economía ni se ha hablado, salvo para asegurar que el PP gestionaría mejor la crisis que el Gobierno ZP. Un castizo diría que eso no es muy difícil, pero el dicharacho no exime al PP de su obligación: presumir menos y proponer una alternativa a la política económica de ZP, cosa que no ha hecho.
Por lo demás, Mariano Rajoy no ha conseguido unir a nadie: ha laminado a sus críticos y ha vencido pero no ha convencido. Y por cierto, un solo católico ‘practicante' en la Junta directiva: Jorge Fernández. Mariano Rajoy intentó adelantar el asunto de la coherencia con los "principios" del Partido Popular, pero la pena consiguió resumir esos principios. Algo parecido a lo que ocurre con los idearios de ciertos periódicos, que se circunscriben a la defensa de la Monarquía Constitucional y a la igualdad de todos los españoles ante la ley. Pero eso no es coherencia, es imperativo legal de obligado cumplimiento. Si el PP busca principios deberá volver a los principios cristianos, no por una cuestión ‘filosófica' sino por una cuestión de puro marketing político: los valores cristianos constituyen la única alternativa la pensamiento débil que representa el PSOE, hoy mayoritario en la sociedad.
Pero sin entrar en cuáles deben ser esos principios sí conviene detenerse en la coherencia con los mismos. Alguien puede decir, tras el Congreso de Valencia, lo que piensa el PP. Sería difícil. Por tanto, conformémonos con recordarle las tres coherencias del político, que resumía François-Xavier Nguyên Van Thuân, aquel obispo vietnamita torturado en las prisiones del régimen comunista que triunfó en el país tras la marcha de los norteamericanos. Ahí va: "Bienaventurado el político que se mantiene fielmente coherente, con una coherencia constante entre su fe y su vida de persona comprometida en política; con una coherencia firme entre sus palabras y sus acciones; con una coherencia que honra y respeta las promesas electorales".
No sé yo si Mariano ha leído a Van Thuân.
Eulogio López
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