A Felipe González se le llevaban los demonios cuando le hablaban del proyecto de ley del vino del Gobierno Zapatero. Si por algo luchó la delegación española que negoció el ingreso en la Unión Europea, en 1986, y si por algo han luchado tanto los gobiernos de izquierda como de derecha, fue por la consideración del vino como alimento, y no como bebida alcohólica, con el correspondiente trato fiscal.
Esa lucha ha sido exitosa hasta la OMC del vino, ese absurdo instrumento de la Política Agraria Común (PAC) consistente en pagar por no trabajar el campo. España, el país con más cultivo de vid, no ha sabido defenderse –con ZP, España no pinta un pimiento en Europa- y la OCM del vino, aún después de suavizada en el Parlamento europeo por el Informe Baltzeli, propone arrancar 400.000 hectáreas de viñedo. Si quieren saber lo que esto significa pregunten en La Mancha, y si quieren un ejemplo de lo que pinta ZP en Bruselas, sepan que la Unión ha decidido no destinar ayudas a Galicia por los incendios sufridos en el verano de 2006, porque no lo considera suficientemente dañinos.
Pues bien, justo cuando la OCM del vino amenaza a España, la ministra de Sanidad del Ejecutivo español, Elena Salgado, decide echarle una manita a Bruselas con una ley del vino que, directamente, se carga el sector. Todo ello, claro está, en nombre de la salud, que es el argumento preferido de las tiranías del siglo XXI, centuria en la que los dictadores no imponen sus caprichos: lo hacen por nuestro bien, por nuestra salud y nuestra seguridad.
Elena Salgado viene del marxismo, pero es, ante todo, una puritana. Poco le importa que la medicina alabe el consumo moderado de vino, pero aún le importa menos que la fermentación de la uva sea un síntoma de civilización, además de un arte. Ella es vegetariana y abstemia, por tanto, terriblemente triste, y se ha empeñado en que los demás seamos tan luctuosos como ella.
Ahora ha tenido que recular, porque así se lo ha impuesto su jefe de filas. ZP es el Presidente del Gobierno más ignorante con el que ha contado España en toda su etapa democrática, pero posee un desarrollado olfato para saber dónde se pierden votos. Y ha decidido que llevar el puritanismo hasta los extremos de doña Elena, no presagiaba nada bueno.
Las urnas han detenido a la puritana Salgado, pero el puritanismo es un virus peligroso contra el que no existe una terapia adecuada. Salgado volverá a la carga, no lo duden. Esta chica respira "joie de vivre".
Eulogio López