Sr. Director:

El anuncio de su incorporación al programa educativo pone de manifiesto la que entiendo es la asignatura pendiente de nuestra democracia, la inmediata y definitiva separación de la política partidista de ámbitos que como el de la educación necesitan, para ser de verdad posibles, de un mínimo de independencia, neutralidad y rigor académico.

No le reconozco a los políticos sea cual sea su adscripción ideológica o estratégica, más está última, la suficiente talla ética e intelectual para impulsar un texto de este carácter. Son muchas las ramas del saber que están en disposición de dotar al estudiante de herramientas más precisas en la ardua tarea de aprender a pensar por ellos mismos, para convertirse así en ciudadanos y no en meros votantes, tal como aspira esta desdichada y para nada inocente aberración que no busca sino adoctrinarlos en ese nihilismo de casino a que lo reduce todo a la conveniencia política.

El ciudadano nace de la libertad de pensamiento, no de la necedad de la militancia. El ciudadano que milita no decide sino que delega y quien sólo delega se convierte en un irresponsable de la peor calaña. Delegar es necesario, claro que sí, pero después de elegir con criterios propios, de dignidad, justicia y libertad, sobre lo que te conviene y le conviene a los demás.

Lo realmente progresista no es sofocar la rebeldía del hombre sino dotarla de sentido, facilitándole al mismo los instrumentos que han de hacer posible la confluencia de su singular esencia con la pluralidad a que le aboca la convivencia.

Como se puede encargar, la elaboración de una materia de tanta importancia, a quienes mienten con descaro, se desdicen y contradicen continuamente y no ponen más límite a su honestidad y dignidad que aquellos que les impone el temor a perder el poder en caso de hallarse disfrutándolo o de alcanzarlo si está en la oposición.

Y qué decir, si quienes van a decidir son partidos nacionalistas con claras connotaciones, insolidarias, xenófobas y racistas. Qué pueden aportar ellos a la educación de un niño que no sea adiestrarlo aún más en el odio y el resentimiento, al de hacerle ver que todo mal que le acecha es culpa de un enemigo exterior, que toda carencia que sufre es producto del expolio de alguien ajeno a su pueblo y a su raza.

No cabe, si queremos preservar a nuestros hijos de esta maldición, sino objetar, dejando meridianamente clara nuestra disposición a no ceder ante este última vuelta de tuerca que tratan de dar aquellos que desde la indolencia de su actual posición no les importa quemar el más preciado de los tesoros que posee el ser humano, la capacidad de pensar por si mismo, y en ese legítimo ser convivir con los demás.

La asignatura pendiente es la libertad en plenitud de responsabilidad y conocimiento.

José Romero P.Seguín   japseguin@hotmail.com