Es sin duda, el más peligroso de todos. Rafael Correa no tiene la apariencia primitiva de Evo Morales, ni el aire de barbián de taberna de  Hugo Chávez, lejos de la apariencia clerical de Lula da Silva, la muy poco clerical del clerical Lugo o la acidez de estómago que trasluce Daniel Ortega o la apariencia Barbie de Cristina Fernández de Kirchner.

No,  Rafael Correa es un tipo con aspecto de deportista, indumentaria occidental, educado en Estados Unidos. No es de extrañar que se lleve a la gente de calle en Ecuador.

En de todo los populistas iberoamericanos Correa es, sin duda, el que mejor imagen tiene. Bueno, descuento a Lula, un personaje que me recuerda a Francisco Franco. No se alarmen, lo digo en este sentido: rodeado de corruptos que se han visto obligados a dimitir, él ha salido milagrosamente indemne. Como durante el Franquismo la culpa de todo lo que salía la tenían sus ministros, unos verdaderos cabezas-huecas. Pero su Excelencia, jamás. En cualquier caso, de Lula sólo quiero que pase la prueba, las del termómetro definitivo: que abandone el poder, que no pretenda perpetuarse en él. Lo demás no me interesa.

Pero salvo Lula, el de mejor imagen, al menos entre los hispanoparlantes, es Correa. Y el más peligroso. Es él quien ha conseguido lo que no consiguió Chávez,  sin enfrentamiento callejero alguno: reformar la Constitución y plantar las bases para perpetuarse en el poder. Pídanle ustedes a Correa que se ponga un límite de permanencia en el poder: es el termómetro infalible. Por ahora, ya está en su segundo mandato y ha aprovechado para exigir la restitución de otro amigo del poder permanente, el hondureño Mel Zelaya y para dejar que el majadero de Hugo Chávez volviera de guerra en Hispanoamérica por las bases militares norteamericanas en Colombia. Y esto de la guerra es pegadizo, advierto. No vaya a ser que la guerra de Obama -la que dicen que le toca a todo presidente gringo- sea en el patio sur.

Y la limitación de mandatos, insisto, debería ser un objetivo a conseguir en todo Occidente. En España tampoco existe límite de permanencia en la Presidencia del Gobierno y tuvimos a Felipe González 13 años y a un ZP que matará si es necesario con tal de mantenerse en Moncloa. ¿Se imaginan a ZP en el mercado de trabajo?

En cualquier caso, el poder absoluto corrompe absolutamente y el poder permanente corrompe permanentemente, para siempre jamás. Todo país puede soportar a cualquier gobernante... con tal de que sea por tiempo limitado. Eso incrementa la esperanza.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com