Jesús Cardenal, que fuera fiscal general del Estado durante los gobiernos de Aznar, se pronunciaba en una entrevista muy favorable al derecho a la vida («si hay algún derecho, es el derecho a la vida, de él derivan todos los demás. Es un bien absoluto»), y también a que se hubiera continuado con la reforma de la ley del aborto del exministro de justicia, Alberto Ruiz-Gallardón.
Y hace varias semanas, Gallardón ahora fuera de la actividad política, pero que durante decenios ocupó puestos de altísima influencia y responsabilidad, inauguraba el Congreso de Católicos y Vida Pública con un lacrimógeno alegato contra el aborto.
Pero unas y otras palabras chocan con la actitud de ambos cuando tuvieron poder para hacer algo más que bellas declaraciones. Durante sus años de FGE Cardenal mantuvo una silente posición ante las denuncias presentadas por las barbaridades que se hacían en algunos abortorios y sobre el masivo fraude de ley que se dio bajo el supuesto del grave riesgo para la salud psíquica de la embarazada, que acabó disparando las cifras del aborto.
Y Gallardón fue el primero que dispensó gratuitamente la píldora del día después (de efecto abortivo) en Madrid; y aunque al final presentó su frustrada reforma de la Ley Aído, sin embargo en ella incorporaba el citado supuesto fraudulento.
Por el contrario, en la acera de quienes apoyan a muerte el aborto, se actúa sin miedo y sin complejos, hasta el punto de atreverse a interrumpir en tetas una sesión del Congreso. O sea, que mientras unos no hicieron nada cuando podían; los otros hacen hasta cuando no pueden.
Miguel Ángel Loma Pérez