Muchas veces se hace imposible seguir al refranero. Ésta es una de esas ocasiones en que es totalmente necesario hacer aprecio. Lo bueno es que ya nos vamos conociendo todos y sabemos por dónde vamos a salir. Lo malo es, por otra parte, que a veces algunas salidas superan toda norma de buena educación.
En nuestra sociedad se han instalado como moneda de cambio o modo de conducta el desprecio y la infamia a cualquier precio, sin el menor respeto a valores universales que han hecho grande nuestro modo de vida.
La última moda es el provecho económico a costa de airear supuestos trapos sucios de difuntos que en vida tuvieron cierta relevancia social. Pues, lo siento mucho por esos aprovechados de chicha y nabo. Lo siento, porque es de muy mala educación sacar tajada de supuestas circunstancias de difícil respuesta, ya que los aludidos han dejado de tener la oportunidad de defenderse. Más lo siento, porque se ponen como modelo social conductas mezquinas y ruines que, poco a poco, socavan la convivencia, admitiendo, primero implícitamente y, mas tarde sin complejos el todo vale como modo natural de vida.
No es de extrañar, entonces, que alguno de nuestros diputados como persona que es- pierda el Norte y llegue a faltar al respeto a sus colegas, llegando al extremo, de acusarles de utilizar el dolor como arma política y que, este argumento lo arroje como pliego de descargo para defenderse de posibles críticas, por otra parte, lógicas y legítimas en cualquier sociedad democrática. Si la discrepancia ideológica se manifiesta en la descalificación personal, faltando incluso, a la memoria de los muertos, es señal de que está calando ese modo de vida tan reprobable. Sólo que los representantes del pueblo son como la mujer del Cesar, no les basta con ser honrados, sino que además tienen que parecerlo.
Alfonso R.Vicandi
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