La morosidad del sistema financiero español a mayo alcanzaba el 4,6%, el triple que hace un año, y el mismo nivel que en 1996. El mismo porcentaje, pero un problema muy superior, porque desde 1996, la tasa de apalancamiento de las familias se ha incrementado sustancialmente. El ex gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, advertía un día sí y otro también contra el sobreendeudamiento de las familias. Y llegó el lobo. El resultado es un crecimiento espectacular de la mora. Los españoles ya hemos dejado de pagar 86.317 millones de euros, una cifra que prácticamente duplica las necesidades de recapitalización del sistema calculadas por Price Waterhouse.
La relajación en los criterios de provisión establecidos por el Banco de España pueden ayudar, pero no serán el bálsamo de Fierabrás. Y sobre todo, el problema es que la morosidad crece a ritmos de vértigo, pero nadie se atreve a fijarle un techo. Con una caída de la recaudación del IVA del 47% y con un incremento previsible en el paro, todo parece apuntar a que habrá más paro. El Estado seguirá endeudándose y las entidades adquiriendo la deuda del Estado. El resultado es menos liquidez para los agentes privados. Un círculo vicioso que nadie sabe cómo romper.
Con todo, y a pesar de que el porcentaje es elevado, lo cierto es que la banca española mira su calendario de mora y llega la conclusión de que los vencimientos más duros no se darán este año, sino en 2010 y 2011, habida cuenta de la situación contable de muchos prestatarios, situación en muchos casos irreversible a medio plazo.