El ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, salió al paso de la polémica con la Iglesia en relación a la aprobación del contrato homosexual. "El Gobierno cumple lo marcado en el Concordato con la Santa Sede de 1979, que tiene rango de tratado internacional". El titular de la cartera de Justicia señala que el Gobierno respeta el matrimonio canónico "y también su disolución". Señor López Aguilar, el matrimonio canónico es indisolubre. La nulidad no es la ruptura del vínculo, sino el reconocimiento de que el vínculo no existe. Un lapsus que revela el conocimiento y el "respeto" del actual Ejecutivo hacia la Iglesia.
 
Pero el ministro continúa añadiendo que el deber del gobernante es regular "los diferentes tipos de convivencia que existen en una sociedad abierta y plural". Agárrense que vienen curvas: matrimonio, parejas de hecho, uniones libres y vida individual. Y así llegamos a los 365 modelos de familia. Pero, ¿qué es matrimonio? ¿Por qué socialmente otorgamos unos derechos y obligaciones a una sociedad que se ha revelado idónea para la libertad y el correcto desarrollo de la persona y la crianza y socialización de los hijos? Vivimos en una sociedad libre y abierta. Correcto. Pero, como sociedad, ¿en qué creemos? ¿Cuáles son nuestros valores sociales? ¿Qué valor otorgamos al matrimonio?

De la Vega sale al paso a estas preguntas y señala que equiparar el contrato homosexual al matrimonio no supone el fin de la familia, sino "al contrario, reforzar el valor de la familia extendiendo sus beneficios a todas las personas". Áteme esa mosca con el rabo.