Cada día me encuentro con amigos, llegados a la jubilación, con gran capacidad de participar en actividades sociales que en momentos claves no se puede contar con ellos, aquel día y precisamente a aquella hora tienen nietos.
Parece que la mitad de los abuelos cuida a sus nietos casi a diario. Una actividad que no siempre es elegida, sino forzada por las necesidades laborales de los hijos. La consecuencia indeseable es que los abuelos tienen que renunciar a su tiempo libre que en muchos casos dedican a actividades cívico-sociales y, en no pocos casos, padecen el síndrome de la "abuela esclava".
Es cierto que la familia es el principal colchón de millones de parados, pero la ayuda nada tiene que ver con el chantaje emocional y el sacrificio al que muchas veces se somete a los mayores.
Muchos de mis amigos, que han sido buenos padres de familia y lo continúan siendo, muestran claros síntomas de padecer el síndrome.
Jesús Martínez Madrid