Pasando unos días de vacaciones en Castilla, uno de ellos leo en el Diario de Burgos: "Ataques de buitres en Ávila", según la nota de prensa, las organizaciones agrarias denunciaron el ataque de una bandada de buitres a una explotación de ganado vacuno en la localidad abulense de Hoyos del Espino, con el resultado de una muerte valorada en 1.200 euros.
Las organizaciones, además de mostrar su apoyo al ganadero afectado han incidido en la "desesperación" del sector ante este tipo de ataques.
Supongo que para la mayoría de los urbanitas esta noticia no pasa de ser algo curioso, que no les quita el sueño, pero pienso que sí nos debe hacer pensar a todos. Cuando los de mi generación éramos niños que vivíamos en el medio rural, observar una bandada de buitres en una mañana de verano nos recordaba que, en algún rebaño del pueblo, durante la noche anterior había muerto alguna oveja. Era un proceso habitual que mostraba un casi perfecto funcionamiento de un ecosistema en el que el buitre era un elemento esencial.
Ahora, por una triple actuación: la política comercial de la Unión Europea (UE) ha llevado a que el número de animales en sistema extensivo se haya reducido drásticamente, hay menos animales que mueren en el campo.
También la UE prohíbe dejar a los animales muertos en el campo o en muladares, por lo que las carroñeras no disponen de alimento de manera natural. En tercer lugar, motivado por corrientes ecologistas se han de mantener especies que han perdido su hábitat natural en el ecosistema, se han de mantener los buitres.
Los ataques de buitres son antinatura, nunca antes los buitres atacaban a animales vivos, estos han pasado de ser animales necesarios a dañinos y peligrosos. Pienso que tienen razón las organizaciones agrarias, si se quiere mantener los buitres que se controle su número y se cuiden adecuadamente, ya está bien que los paganos hayan de ser los ganaderos, pues además del valor económico de los animales cuenta la situación de impotencia en la que se encuentra el campo.
Domingo Martínez Madrid