De entrada, el problema de Solsona no es su obispo, Xavier Novell, aunque no les guste a los centralistas –por ejemplo a mí mismo- por sus afirmaciones sobre el independentismo catalán. Ser independentista catalán me parece tan tonto como inoportuno pero no atenta contra el decálogo. Por otra parte, Novell también se ha visto acosado por los progres, cuando afeó la conducta de tres jovencitas que acudieron con taparrabos a la ceremonia de su confirmación. A lo mejor es que no querían ser soldados de Cristo sino soldadas.
El problema no está en monseñor Novell sino en la clerecía de Solsona. Ahora, el colectivo de mosenes (he dicho mosenes no masones) Ondara ha solicitado hacer misas por Internet. Los pobres están agobiados y no pueden trasladarse de un pueblo a otro para atender a la feligresía. Excede de su jornada laboral.
A mí esto de los curas asamblearios –y tan modernos que dan en catódicos- me recuerda la que le montaron a Monseñor Munilla los señores presbíteros de la asamblea del clero guipuzcoano (el 'concilium donostiarram', o así). Uno de sus portavoces acusaba al nuevo obispo de no haber participado en las asamblearias reuniones de los curas de Guipúzcoa, donde se decidía la acción magisterial y pastoral. Y no se crean: algunas de las democráticas decisiones de este cuerpo legislativo clerical no contradecían el magisterio de la Iglesia.
Pues los curas solsoneses lo mismo: el colectivo ha decidido que, dado el inmenso trabajo que tienen, en las pequeñas poblaciones de este obispado leridano no deben celebrarse misas. Lo celebrarán allá donde auguren éxito de público y crítica... y los de las aldeas que la sigan por pantalla, por TV o por Internet. ¡Cosa más moderna, esta de los curas catódicos y digitales!
Hombre, habría que recordarles, aunque ellos a lo mejor sí lo saben, que la Eucaristía es sacrifico y banquete. Como sacrificio, lo que menos importa es que el oficiante esté sólo o acompañado por una multitud. El sacrifico redentor y el memorial del calvario oficiado en solitario tiene el mismo valor que una eucaristía en la Plaza de San Pedro de Roma. Como banquete, la verdad es que todavía no se ha descubierto la ingesta digital, aunque Google está dedicando muchas horas a investigar el asunto.
Esto sí que preocupa, no el presunto nacionalismo del obispo. Que en un momento en el que la gran batalla de la Iglesia es por preservar la Eucaristía -la Iglesia viene de la Eucaristía, recordaba Juan Pablo II-, que unos mosenes reduzcan el número de sacrificios y pretendan inventar la misa por la tele o por la WWW, resulta ligeramente molesto y pesadamente hortera.
Por cierto, en tiempos en que, por omitido, conviene rememorar lo primario, les recuerdo que siguiendo la misa por la tele no se cumple el precepto dominical. Tampoco para enfermos e impedidos. Si alguien no puede ir al templo no peca, pero la misa televisada no sustituye al susodicho precepto. Por eso, porque es un banquete. Y todavía no se han inventado los banquetes de boda por Internet. Los banquetes siempre son presenciales. Otra cosa es que las misas televisadas resulten recomendables en cuanto fomentan la devoción privada de los televidentes. Pero se trata de eso: de otra cosa.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com