Hay que insistir, una y otra vez, en la gravedad de la destrucción de embriones (lo de investigación con células madre embrionarias es como llamarle interrupción voluntaria del embarazo al aborto, o ingeniero técnico pedagógico al maestro de escuela: una horterada).
El 28 de noviembre, los suizos están convocados a referéndum para decidir si se admite esta barrabasada. Señal evidente de que empieza a calar en mucha gente, que antes ni se enteraba de ello, que matar un embrión es matar una vida humana. Es el concepto mismo de persona el que está en juego. La manipulación de embriones, insistamos hasta el hartazgo, es tan grave como el aborto, esto es, es un homicidio en toda regla, que se está haciendo de forma masiva.
Mientras tanto, en España se han empezado a trocear embriones, sin que el Gobierno Zapatero, tan amigo de los referenda, se preocupe de convocar una consulta popular. Este país tiene unas tragaderas inconmensurables, pero lo más divertido ha sido contemplar ese peligro con patas que es la ex ministra de Sanidad del PP, Ana Pastor, presumiendo de que fue su partido, en concreto ella misma, quien abrió la puerta del matadero, con la ley de noviembre de 2003. Y tiene toda la razón.
Estamos ante la batalla del siglo XXI por la vida. Y como ocurrió con la guerra por la vida del siglo XX (el aborto), ganaremos, aunque a costa de muchos muertos. Pero mientras perdemos batallas, es importantísimo no callar, ni debajo del agua, para denunciar la nueva masacre.
Y es importantísimo, que la jerarquía eclesiástica española, desperezada de su letargo, no se olvide del asunto de los embriones. La doctrina clara sobre este asunto es más importante que nunca. Y la doctrina está muy clara y es tan religiosa, como moral, como ética, como científica, pero, sobre todo, esto último : donde hay genoma humano, hay ser humano. En el embrión, hay genoma humano.
A partir de ahí, los objetivos son sencillos: primero, evitar que a través de la fecundación in vitro (FIV) o de la clonación se sigan fabricando embriones, para lo que es necesario prohibir la FIV, al menos, reducir a uno sólo los óvulos fecundados e implantados: no más embriones sobrantes. En segundo lugar, prohibir las clonaciones, tanto reproductiva como terapéutica (aún peor que la primera). En tercer lugar, promocionar la investigación con células madre adultas. Al final, hay que convencer a muchos y muchas de que tener un hijo no es un derecho. En tal caso, un deber.
Por cierto, en la clarísima nota de la Conferencia Episcopal española sobre la dignidad del ser humano ante el nuevo hachazo a la vida humana del Gobierno Zapatero, se deslizan estas palabras introductorias: El Consejo de Ministros ha aprobado hoy un Real Decreto Ley que desvirtúa las mejoras de la reforma de Noviembre de 2003 (45/2003) de la Ley de Reproducción Asistida. Este Decreto permite "producir" embriones prácticamente sin restricción alguna, y abre la puerta a la investigación con seres humanos en estado embrionario.
Es cierto que la reforma de la ministra socialistas Elena Salgado aún es más aberrante que la de la ministra popular Ana Pastor. Pero no olvidemos que estamos probando el mismo tipo de veneno, sólo que en dos dosis cuantitativamente distintas. Por tanto, y con todo respeto hacia el secretario de la Conferencia Episcopal, Padre Martínez Camino, no puede hablar de desvirtuación, dado que en la reforma del Partido Popular no había virtud alguna. Se limitaba a tres el número de embriones implantados, ciertamente, pero eso ya significa la posibilidad inminente de dos abortos selectivos, al tiempo que se harían excepciones para poder seguir fabricando embriones sobrantes (cuando no sabemos si los que se preparan para el matadero son 60.000, 100.000 o hasta 200.000, que todas esas cifras y alguna más se han barajado). Además, fue el PP y Ana Pastor, no el PSOE y Salgado, quienes enarbolaron bandera verde para destripar embriones.
No, no había virtud alguna que pueda desvirtuarse. Simplemente, el PP llevó el derecho a la vida al borde mismo del precipicio (y a veces incluso daba un paso hacia delante); el PSOE sólo ha tenido que empujar con el dedo meñique.
Eulogio López