En estas últimas elecciones, de 32 millones de personas con derecho a voto más del 25% de la gente no fue a votar.
Eso son más de 8 millones de personas: al PSOE lo votaron 11 millones y al PP 10 millones. En otras elecciones la abstención ha llegado a superar el 30% (superando esta abstención al número de votos del partido más votado).
Para políticos y medios de comunicación este 25% de nuestra población no existe. Solo se les dedica alguna reseña aislada en los diarios, o algunos minutos al año en radio y televisión. Así, comentaristas y políticos, "que sí votan", se dedican criticar la actitud de quien no vota, sin que estos puedan replicar y aportar sus razones. Estos medios, que alardean de pluralismo democrático, y hacer gala de información objetiva, ignoran la abstención y no mueven un dedo para darle su dimensión real.
De este inmovilismo, tendremos que pasar a un proceso de democratizar los contenidos políticos en los medios, que cualquier idea o alternativa a los partidos políticos tenga un trato igual.
Desde un punto de vista democrático en los repartos de tiempo en los medios, y puesto que a los que no votan, nunca les dan un medio para expresarse ¿votaría alguien al PSOE o al PP si les diesen la parte proporcional del tiempo que le dan a los que no votan?
Los que no votamos, siendo mayoría en muchas elecciones, tanto autonómicas como generales, no tenemos ninguna representación de nuestra diversidad. Echando por tierra la Constitución donde dice "Son legibles todos los españoles que estén en pleno uso de sus derechos políticos. Art. 68. 5.
Los ciudadanos tienen derecho a una representación real en los parlamentos, no una simple representación de la partitocracia. Si parte de la ciudadanía quiere que la representen un grupo de partidos, que así sea, pero los que no confían en los partidos políticos, tienen el derecho de representarse a sí mismos, eligiendo mediante sorteo, entre todas las personas que no votan, los que representaran a estos: al igual, que cuando se requiere la presencia del ciudadano para formar parte de los jurados populares, o para formar parte de las mesas electorales.
De este modo, se promueve y prepara al ciudadano para la auténtica participación directa en política en igualdad de condiciones que los partidos. Esta participación directa del ciudadano en su ayuntamiento, comunidad, país o como parlamentario europeo, despertaría una autentica aplicación de la democracia por el pueblo, y no, por los que se nos imponen como intermediarios.
Nos quejamos de las dictaduras lejanas, porque encarcelan y torturan a quienes disienten del poder o son partidos de oposición. En las mal llamadas democracias, silencian, censuran o ignoran a los ciudadanos que no creen en un sistema de partidos, a los que solo les piden la opinión cada cuatro años, para votar al conjunto de intermediarios.
Cada ciudadano es un ser pensante con criterio propio. Pero lo utilizan como un simple número, sin identidad, con el que engrosar la lista de votantes que le dan poder a un partido. Nadie da cobertura mediática a la diversidad de ideas que mueven a la abstención.
No votar es el reflejo consciente o inconsciente de que los políticos son la parte inútil de la política, y que por tanto, no merecen un minuto de nuestra atención.
Los partidos políticos son parte de un proyecto de futuro, que más tarde o más temprano nos defraudará, y continuamente tienen que estar creando miedos inconscientes a cualquier propuesta alternativa al sistema de partidos, para que la gente renueve su confianza en ellos.
Estos, al hacer de intermediarios entre los deseos del ciudadano y su aleatoria realización: vienen a realizar la función de los antiguos fariseos o los representantes religiosos actuales, que se presentan ante los hombres como "los intermediarios ante Dios", a los que Jesús de Nazareth llamaba "Ciegos, guías de ciegos".
Antonio Cánaves Martín