Cruz Roja acaba de lanzar una campaña contra el sexismo en los juguetes. A fin de cuentas, se trata del tipo de institución que le gusta a cualquier Gobierno progresista: laica, a pesar de la Cruz y de la media luna y, sobre todo, metida de lleno en el Nuevo Orden Mundial. De Cruz Roja puede esperarse cualquier cosa en cualquier lugar del mundo : depende de qué Gobierno le otorgue la subvención de la que vive.

La campaña no tiene desperdicio y ha sido lanzada por todos los medios informativos progres, tanto públicos como privados. Por una parte, se defiende el derecho de los niños a jugar. Yo más bien diría que más que un derecho es un maravilloso deseo, en este caso positivo, pero la confusión entre derechos y deseos forma parte de la idiosincrasia misma del mundo moderno, así que hay que insistir: maravilloso deseo. 

Pero luego viene el mensaje. ¿Qué sería una campaña progresista sin mensaje? Pues, como un cuento clásico sin moraleja, como un jardín sin flores. Ahí va: Las profesiones no tienen sexo, los juguetes tampoco. Eslogan panfletario que recuerda aquella ocasión en que el gran Pascal entró en un instituto en cuyo frontis había grabada la siguiente leyenda: La ciencia no tienen fe ni patria. A lo que Pascal respondió : La ciencia no, pero los científicos sí.

Tienen razón los chicos de la Cruz Roja: Las profesiones no tienen sexo, y tampoco los juguetes (salvo los de algún pervertido, supongo), pero los niños sí lo tienen: tanto es así que o son niños o son niñas. La condición humana es sexuada, aunque, al parecer, a algunos les fastidia mucho esa situación. Esa condición sexuada es, precisamente, la clave de algo tan maravilloso como la diversidad, y pretender igualar ambos sexos es una de las mayores estupideces de la modernidad. La cosa empezó con la coeducación, con lo que hemos conseguido que niños y niñas, que sí tienen sexo, practiquen el noble deporte de hacerse la puñeta durante unos 15 años de escolarización y hasta madurar lo suficiente para que lo que es enfrentamiento se convierta en admiración mutua y lo que es competencia se convierta en colaboración: es decir, aproximadamente en la universidad.

No se sabe exactamente por qué (bueno, lo sospechamos) pero la campaña une sexismo a violencia, otra groseen chorradem de la campaña de Cruz Roja. Y es que esta manía de llevarle la contraria a la evidencia es un auténtico peñazo. En mi niñez no se hablaba de sexismo, porque nos habríamos echado a reír, pero aún recuerdo cuando los Reyes Magos tuvieron a bien depositar ante mis zapatos un repugnante mecano para construir edificios y un formidable traje de romano, con peto, escudo y espada. Mi madre que supondría soñaba con tener un hijo serio, que repudiara el periodismo y cursara arquitectura, se empeñaba en que practicara con el dichoso juego de construcción, sólo apto para niños con problemas psicológicos, mientras que uno estaba muy interesado en debatir con el hijo del vecino, empeñado en que su colt 45 fácilmente podría atravesar mi escudo de tribuno, cosa que, como todo hombre culto y bien nacido sabe, es radicalmente falso, o al menos no debería serlo.

Estamos ante el problema de los istas, o la negación de la evidencia. En cuanto alguien añade el sufijo ista a un sustantivo, es que ha comentado el sermón progre: como no se atreven a decir que el sexo es bueno, hay que prohibir los juguetes sexistas, que, naturalmente, son los preferidos por la infancia. Es evidente que los niños tienen sexo y que si a las niñas les gustan las muñecas y a los niños las pistolas no conviene escribir grandes tratados, sino permitirles que se diviertan con lo que más les plazca.... por mucho que los chicos de la Cruz Roja se gasten muchos millones en darnos la lata con los juguetes sexistas.

Eulogio López