Es el canal del PSOE, porque los de Polanco no son del PSOE, en tal caso es al revés: el PSOE depende de Polanco. El caso es que La Sexta, el único nuevo canal creado por Zapatero, y que está en vísperas de estreno, tropieza con muchas dificultades.
Veamos, el plan de Alfredo Pérez Rubalcaba era sencill se trata de que el Grupo Zeta, y La Vanguardia se unieran a las productoras Globomedia, donde manda José Miguel Contreras, asesor personal de Zapatero, y Mediapro, donde manda Jaume Roures, hombre de toda confianza de los socialistas catalanes del PSC, a quien Zapatero está muy agradecido por haber capitaneado la rebelión del mundo del espectáculo contra Aznar durante la guerra de Iraq.
De hecho, Globomedia y Mediapro llevan discutiendo su fusión desde hace dos años, de la misma forma que se pasaron meses negociando cuotas de poder con Zeta y La Vanguardia. El Conde de Godó fue el primero en marcharse, luego Zeta pegó el portazo, porque los hombres de Asensio estaban convencidos de que sólo querían el dinero, pero no iban a mandar. De hecho, para sustituir a Zeta se llamó a toda prisa a Televisa, que aceptó de mil amores.
Para complicarlo más, comienzan los celos entre Contreras y Roures, especialmente después de la salida de Moncloa del secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, íntimo de Contreras, que ya tiene reservado su despacho en la Sexta cuando termine su periodo de incompatibilidad.
Pues bien, al final, presionado por el PSOE, Roures y Contreras han llegado a un acuerdo, con Televisa como invitado de piedra: de Globomedia dependerá la información y los aspectos más ideológicos, mientras que Mediapro, que aporta más dote al matrimonio, se queda con la gestión y con lo que no sea información. Algo similar al acuerdo que en su día firmaron Vocento y Berlusconi, con el que los italianos se quedaron con información, ficción y gestión.
En cualquier caso, La Sexta lo tiene difícil. Hasta Polanco, gemelo ideológico pero adversario comercial, está fracasando en Cuatro.