Sr. Director:
A veces, las ramas impiden ver el bosque. Esto me parece que ha ocurrido con el reciente documento de los obispos. Los comentarios se han quedado en si la revolución sexual es causa o no de la violencia doméstica. Pero los obispos van mucho más lejos: nos dicen que hay que salvar la familia. Juan Pablo II insiste con frecuencia en la trascendencia que tiene la familia para el bien común, y ha llegado a decir que el futuro de la sociedad se fragua en la familia. Quien no lo ve es que se queda en las ramas.
Hace poco el Instituto de Política Familiar daba el dato de que en el 2002 se practicaron 80.000 abortos en España, cifra similar a la población de Soria, y la más alta desde que se legalizó en 1985: son 80.000 vidas humanas que se han sacrificado, y luego nos escandalizamos de la guerra de Iraq. ¿Por qué esas cifras? ¿No tendrán que ver con la revolución sexual de la que hablan los obispos? Lo que pasa, a mi modo de ver, es que quizá no gusta que se hable de un ejercicio de la sexualidad conforme a la verdad del hombre: si es así, los obispos han dado en el clavo.
No se olvide que en un país libre, los obispos hablan como los demás ciudadanos, y a veces dicen cosas que son la conciencia moral de la sociedad. Alguien ha dicho que los obispos viven de espaldas a la realidad social. No estoy de acuerdo: ellos la conocen, y precisamente por eso quieren decir una palabra que ayude a cambiar esa realidad social. ¿No hacen eso los políticos muchas veces cuando gobiernan? Con una diferencia: los políticos tienen el dinero y el poder, los obispos sólo la palabra.
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