Sr. Director:

Cada colectivo humano, a lo largo de la historia, ha registrado una serie de patologías sociales que, sin dejar de ser un trastorno en realidad, eran admitidas social y culturalmente.

Hace 60 años en España, no había libertad política (la democracia es una fuente de desórdenes intolerable), la discriminación de la mujer hasta el maltrato era aplaudida (la mujer a la cocina que es donde debe estar), el alcoholismo tolerado (beber es cosa de hombres) y tantas otras bonitas costumbres que estaban más o menos generalizadas.

Nuestra sociedad no es una excepción en este sentido. Hoy la incontinencia sexual y la obsesión en este campo son aplaudidas (es un latin lover; se lo tira todo), las drogas son cada vez mejor vistas (se mete de todo y va siempre a muerte) y, cómo no, la homosexualidad ha pasado a ser una orientación sexual incluso más recomendable que otras (los gays son más modernos, sensibles y comprensivos que los demás tíos).

No obstante, la aceptación social y el reconocimiento político no hacen que el alcohol deje de matar, que las mujeres sigan siendo seres humanos o que los niños sigan necesitando un padre y una madre para garantizar un óptimo desarrollo. Es una lástima que sólo el tiempo sea capaz de desautorizar a los que, incapaces de desafiar a lo políticamente correcto, toman la cultura como algo que está por encima de la naturaleza y la salud.

Jorge Juan Pérez Jiménez

jorjupe@hotmail.com