Abandoné Los Pilares de la Tierra en la página 10, por lo que he decidido no comprar Un mundo sin fin, su segunda obra que no ha traído un gran consuelo a los aficionados a la Edad Media, dado que el señor Follet ha dicho en Vitoria que le ha osado 18 años. Esto me tranquiliza, pues he de suponer que el ritmo creativo del señor Follet no alumbrará otra maravilla hasta el 2026, y para entonces, ya lo dijo Keynes, o todos calvos o todos muertos (o ambos cosas a la vez). 

En esta ocasión no pienso comprarlo, y así me ahorro un dinero. Ya el título me preocupa: me suena a eterno retorno, esa anticuadísima cosmovisión del círculo cerrado sobre sí mismo, que lleva 4.000 años vendiéndose como última novedad. Ya lo dijo Chesterton: La cruz está abierta a los cuatro puntos cardinales, el círculo se cierra sobre sí mismo, pero como se puede recorrer indefinidamente hacia adelante, todos los necios le llaman progresismo.

Lo que sí he leído es el artículo del historiador Franco Cardini que reproduce Alfa y Omega en su última edición: "Sus críticas -las de Follet- hablan claramente su ignorancia" sobre la Edad Media.

Yo me conformo con las declaraciones del propio personaje, al presentar su segunda obra en Vitoria. Dice el autor de bestseller: "La gente de la Edad Media alucinaría con una Europa unida y 60 años sin guerras". Al principio creía que Cardini se había pasado; nada de eso, se quedó corto. Pero hombre, Ken, príncipe, si la Europa unida la intentó la Edad Media, un sacro Imperio sin fronteras, con libre circulación de personas y bienes por todo el continente, donde la autoridad moral de la Iglesia era la mejor garantía para la paz y donde la autoridad moral…

Fue la Edad Media, no los hombres del Tratado de Roma, quienes crearon la primera Europa Unida, que amplió las fronteras continentales a los pueblos germánicos y eslavos, a los que el Imperio Romano apenas pudo absorber. El Medievo significó la fusión de Jerusalén, Atenas y Roma, fusión sólo posible gracias a que todos los habitantes del continente compartían una misma fe, lo que ahora llamaríamos unos mismos valores democráticos. Fue la Edad Media la que realizó el mayor maridaje de la historia, entre la razón helena, el derecho romano y la fe que venía de Oriente, en definitiva, el matrimonio entre fe y razón. Sólo había un enemigo común, el Islam y los restos paganos de Escandinavia, pero Europa era una porque rezaba un solo Dios. No había problema de divorcio ni crisis familiar porque, por poner un ejemplo de esos valores comunes, el hombre medieval tenía muy claro el principio de que no se puede separar sexo y amor y de que, en un hombre y una mujer que yacen juntos se establece una relación tan íntima, tan relevante, que debe ser eternamente disfrutada y eternamente soportada. Y esto sin que nadie les sermoneara sobre ello. Era, en verdad, una Europa unidad: moral, social y políticamente y hasta con un sola lengua culta: el latín.

Y fue cuando vencido aquel milenio egregio, con la ruptura de esa fe, a cargo del señor Lutero, Europa se trocea y el mapa se llena de lamentables líneas fronterizas. Es con el fin de la Edad Media cuando comienzan los estados-nación y las consiguientes guerras entre Estados. Fue la historia moderna lo que trajo la desunión y la violencia a Europa. Y cuando la violencia logró romper la unidad, entonces nació la guerra moderna, la que involucró la sociedad civil. Con el progreso nacieron los bombardeos a la sociedad civil -que durante el Medievo se había mantenido al margen de esa violencia- hasta terminar en el fenómeno más moderno de todos, el más progresista: el terrorismo, la guerrilla, donde los civiles ya no son un daño colateral, sino un objetivo directo y el escudo humano tras el que parapeta el violento. El hombre medieval, en efecto, alucinaría con la Europa actual: por dividida y violenta. Diría algo así como "lleváis cincuenta años aproximándoos tímidamente a los que nosotros vivimos como lo más natural del mundo durante un milenio". Para mí que los pilares de Follet no son muy seguros.

Posdata: ¿Por qué razón le han permitido presentar una obra anticristiana en la catedral de Vitoria? Sé que el arte, especialmente el cine, utiliza los templos cristianos para blasfemar, pero eso no implica que las autoridades eclesiásticas deban ser tan indulgentes, ¿no? Sobre todo porque siempre me ha mosqueado que la rima consonante entre indulgencia y negligencia. Hay ideas mucho más corrosivas que la pornografía, por decir algo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com