Mi amigo, el editor Alex Rosal (LibrosLibres), que posee una cierta retranca malévola, es el responsable de este envío, un ‘grafismo' de Internet, el nuevo estilo literario creado en y para la red, bajo el esquema ‘powerpoint', que no deja de ser un estilo para los intelectualmente débiles, pero, por lo general, muy divertido.

Sin embargo, creo percibir un error en la línea argumental. Alex: los progres del siglo XXI aman el capitalismo, no despotrican contra él. Despotricar, lo que se dice despotricar, sólo contra los cristianos... contra los que se sienten en posesión de la verdad, y cuya sola visión hace rechinar los dientes al progre. En el capitalismo la progresía se encuentra comodísima. Es más, a estas alturas, el progre no se siente de izquierdas, le basta con que sea el Estado el encargado de repartir el dinero de todos entre pobres e impecunes. Con eso, su conciencia queda de lo más tranquilo y su bolsillo se resiente menos que con la limosna, que es voluntaria y no exime del pago de contribuciones.

Bajemos a tierra. Desde el punto de visa económico, el PSOE es tan de derechas y tan capitalista como el Partido Popular. Ambos creen en la libre empresa, en el superávit fiscal, en los impuestos altos (esta es la distinción entre el liberalismo y capitalismo. El capitalismo cree en los impuestos altos, especialmente en el impuesto de tipo único, el liberalismo no).

En el siglo XXI, la diferencia entre progres de izquierda y progres de derechas radica en otro de los puntos del vídeo: en las subvenciones. La derecha cree en los grandes mercados financieros, la izquierda cree en los grandes sectores públicos, nacionales y multinacionales, con elevados presupuestos salidos de la eterna faltriquera: de los impuestos que paga el pueblo. Davos cree en el dinero del prójimo igual que Porto Alegre, sólo que Davos prefiere el dinero de los accionistas y Porto Alegre el de los contribuyentes, pero ambos coinciden en una misma fe progresista: creen en el dinero de los demás.

Por contra, la doctrina social de la Iglesia, su ideología económica, se sitúa enfrente, tanto de la progresía de izquierdas como de la derechosa, tanto del PSOE como del PP: no cree en nada que sea grande, independientemente de su carácter privado o público. Cree en la propiedad privada pequeña, que se puede contar y disfrutar, y rechaza tanto el superávit presupuestario como la plusvalía, tanto la usura del Estado como la usura del plutócrata. El ideal de la doctrina social de la Iglesia es lo que Chesterton y los distributistas definieron como una sociedad en la que todo hombre, toda familia, fuera propietaria de "tres acres y una vaca".

No, los progres ya no son de izquierdas. Eso era hace 40 años, y mi amigo Alex no puede quedarse desfasado. Además, el progre ya no vive en el barrio de Salamanca; ahí es donde tiene montado el despacho, de alquiler, pagado por los socios de su empresa o por deuda bancaria que afrontan todos los socios, porque una de las querencias del progre es hacer negocios sin dinero, con dinero de los accionistas, con deuda bancaria que pagan los accionistas (Davos), o con subvenciones públicas (Porto alegre). No reside en el Barrio de Salamanca, aunque come en los restaurantes de moda de Castellana, que paga con dinero de los demás, con tarjeta de la empresa. Pero él vive en un chalet adosado -endosado, como dicen los catalanes con gran sabiduría-. Y el Ferrari también, si la empresa puede pagarlo como gasto de representación o salario extra.

El lema del progre, sea rojo o azul, ya lo he dicho muchas veces: abajo los curas y arriba las faldas. Podríamos añadir otro: "Grita aborto libre y ya puedes forrarte de dinero". Pero convendrás conmigo, Alex, que esos biotipos abundan igualmente en el PSOE como en el PP. Que no, que los progres no son de izquierdas. De hecho, ya ni presumen de ello. Bueno sí, presume Zapatero, pero hasta a este "último proletario", prefiere definirse como feminista, que es algo mucho más concreto una definición que te permite poseer un patrimonio inmobiliario y hasta un Ferrari sin que nadie pueda acusarte de contradicción flagrante. Una precaución innecesaria porque, para el progre, la contradicción en origen constituye el más preciado galardón. De hecho, como todo el mundo sabe, la coherencia es reaccionaria.

Eulogio López