Las grandes constructoras españolas, probablemente con la excepción de Esther Koplowitz en FCC y Villar Mir en OHL, siempre invierten con deuda. Vamos, que más que ellos quien arriesga es el banco que les concede el crédito y cuando las entidades han dejado de conceder se quedan colgados de la brocha. Dicho de otra forma, más que emprendedores nuestros constructores son financieros, que juegan con el diferencial de intereses y cuando se pilan los dedos, deciden venderle empresas estratégicas a un extranjero, dispuesto a cualquier cosa con tal de ganar cuota en España, o trocean lo comprado -es decir, destrozan empresas y puestos de trabajo- para salir indemnes. Los negocios se convierten así en un juego de influencias. Gana quien más influye en los bancos y en el Gobierno.
Los dos ejemplos señeros de apalancamiento y destrozo de empresas son Florentino Pérez, en ACS, con sus espléndidos compañeros, Los March y los Albertos, y Luis del Rivero, el hombre de Sacyr.
Florentino se iba a quedar en Unión Fenosa -comprada con deuda- para toda la vida, y acabó vendiéndola a Gas Natural en dos años. Ahora, junto a sus socios de CVC -capital riesgo- está fileteando, en la parte que les deja La Caixa, Abertis. Y con Iberdrola, si lograr hacerse con el control, pasará lo mismo: ACS está tan endeudada que necesitaría filetear y vender sus adquisiciones. Y, naturalmente, lo mejor es venderle esa empresa estratégica a un extranjero que siempre estará dispuesto a pagar un sobre coste por conseguir cuota de mercado.
Y a este paso, Luis 'apalancado' Rivero, presidente de Sacyr, amenaza con superar a Florentino 'Palanca' Pérez, presidente de ACS. Sacyr vale en bolsa menos de 3.000 millones de euros pero debe 11.000. De esa cantidad, lo más urgente, y lo más agobiante, son los 5.000 millones de euros de crédito con los que compró el 20% de Repsol. Pues bien, apalancado como está, desde que entró en la petrolera Luis del Rivero ha intentado por diversas vías vaciar Repsol para solucionar sus problemas en Sacyr.
Ahora -y esta ha sido la causa de sus enfrentamientos con sus accionistas Demetrio Carceller, Sanjuán y Juan Abelló- Del Rivero insiste en mantenerse en Repsol o en vender a una mano amigo -china, india o de algún otro país alejado de Europa- para cederle la gestión, pagar sus deudas al Santander -jefe de los acreedores- y, de paso, quedarse como presidente de la petrolera.
Y es que lo bueno de las deudas es que te permiten crecer y aumentar tu perímetro, es decir, saciar tu ambición, rápidamente... y lo malo es que hay que pagarlas.
Es el síndrome Endesa, que terminó en manos de Berlusconi, o Cepsa, o Aúna. Ni que decir tiene que los países que mejor han superado la crisis son aquellos que han defendido con uñas y dientes su industria, que no es nacionalismo económico sino un intento de mantener dentro de la fronteras las decisiones de inversión y de creación de puestos de trabajo. Ejemplos: Alemania, Francio o Italia. Nosotros, con los endeudados nos va de cine: del apalancamiento a la venta y de ésta a la deslocalización industrial.
Por cierto, las andanzas de 'apalancado' Rivero no serían posibles sin su amistad con el responsable de Industria, Miguel Sebastián y con el presidente de la CNMV, Julio Segura. Lo importante en España es contar con amigos.
Eulogio López
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