El triángulo amoroso que nos presenta Reygadas es más amargo de lo habitual porque lo sitúa en el marco de una comunidad menonita) muy religiosa cerrada al exterior. Los menonitas (una corriente protestante anabaptista) se mantienen bastante al margen ante el progreso material (no tienen teléfono o Internet), hablan un dialecto germánico (el plautdieetsch) y apenas tienen contacto con los ciudadanos nativos del país. Los que contemplamos en esta película son descendientes de aquellos que se instalaron en el norte de México en 1922. En ese escenario, el enamoramiento de Johan (un padre de familia numerosa de siete hijos) por otra mujer ajena a su esposa (ésta una cónyuge buena, llena de virtudes) se convierte en una tragedia (como lo es siempre un adulterio).
Como otras películas que abordan seriamente la infidelidad en Luz silenciosa se profundiza en el tema del sentimiento y el consentimiento. Todos somos libres de sentir todo tipo de emociones y afectos pero una persona comprometida con otra a través del matrimonio nunca puede caer en el consentimiento de que fructifique una relación afectiva fuera del marco conyugal. En ese sentido, el protagonista de esta historia es muy tibio al justificar, de alguna manera, su traición hablando de "amor verdadero". Por ello, no es extraño que sólo cuando se produce la tragedia sea consciente de su error (su pecado) y busque el perdón.
Con un estilo cinematográfico (es decir, puesta en escena, fotografía, ritmo narrativo, dirección de actores -no profesionales- etc…) que recuerda demasiado al clásico del cine europeo El árbol de los zuecos, de Ermano Olmi (aunque la obra de Reygadas se desmarca de esta gran película con un final totalmente fuera de contexto). Luz silenciosa se convierte en una de esas películas ideales para debatir en un cine-forum. Eso sí, dirigida a un público minoritario al que no le importe contemplar un largometraje excesivamente pausado que se regodea en cada una de sus imágenes.
Para: Los que les guste el cine de ritmo narrativo muy lento