Gran perplejidad me ha producido el dictamen de la Comisión Nacional de Bioética, sobre la nueva ley del aborto que promueve el Gobierno.
Según opinan unánimemente sus miembros, el nasciturus es ya un ser humano desde la concepción; es decir desde que se unen el óvulo y el espermatozoide. Pero al mismo tiempo reconocen -con un voto en contra- que prevalece el derecho de la madre sobre el derecho a vivir del feto.
Se desprende, por tanto, que estos señores de la comisión equiparan el aborto con la legítima defensa. Según tenía yo entendido, matar en legítima defensa sólo es admisible éticamente cuando está en peligro la vida del agredido. Pero en este caso de la ley del aborto libre, se puede matar a un ser humano hasta las 14 semanas por motivos nimios e incluso sin motivo alguno.
Aunque peligre la propia vida, me cuesta admitir que una madre la anteponga a la de su hijo -yo no lo haría-, mucho menos que esté dispuesta a eliminarlo sin razones de mucho peso. Me cuesta entender la lógica de los señores de esa comisión.
Anna Batista Majem
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