Woody Allen vuelve al tono de las comedias ligeras que se desarrollan en el mundo de la magia como hizo en La maldición del escorpión de Jade o Scoop.
Berlín, 1928. Tras el maquillaje del famoso mago Wei Ling Soo se esconde un británico gruñón y egocéntrico llamado Stanley. Éste, además de ser admirado por sus impresionantes trucos, disfruta desenmascarando a farsantes espiritistas (unos profesionales del engaño que proliferaron, tras la Primera Guerra Mundial, debido a la esperanza de los supervivientes de contactar con sus seres queridos fallecidos a cualquier precio). Por esa razón, Stanley no duda en desplazarse al Sur de Francia cuando es requerido por un compañero de profesión para investigar las prácticas de una joven y bella médium que ha sido contratada por una adinerada familia…
Con el ingenio por bandera en la mayoría de diálogos que pueblan esta película, Woody Allen ofrece su cara más romántica en Magia a la luz de la luna. Una deliciosa comedia en la que Allen utiliza como "alter ego" al actor Colin Firth para dar rienda suelta a sus ideas sobre la existencia o no de un ser superior o la concepción del verdadero amor. Especialmente acertadas son las advertencias que lanza a aquellos que planean su vida de forma cuadriculada sin tener en cuenta los avatares diarios o aquellas otras en las que apela a las mentiras piadosas para hacer más llevadera la existencia.
Con una fotografía brillante que recuerda el mundo onírico, responsabilidad de Darius Khondji, Magia a la luz de la luna cuenta con multitud de momentos graciosos, bien defendidos por la pareja protagonista (encarnada por el mencionado Colin Firth y la estupenda y joven actriz Emma Stone). El cinismo de Allen, en esta ocasión, lo deja atrás al mostrar su cara más vitalista, esa que nos depara sorpresas y "magia" en los hechos cotidianos.
Para: Románticos empedernidos y para todos los admiradores de Woody Allen