De mis años de infancia aun recuerdo la escena que se producía cuando un agente de la autoridad imponía una denuncia a un ciudadano por contravenir alguna norma.
Cuando esto ocurría la ociosa chiquillería inmediatamente nos agolpábamos ante aquel espectáculo. Si las múltiples disculpas, numerosos ruegos y promesas varias no surtían sus propósitos y la denuncia era finalmente impuesta, el ciudadano siempre tenía la última palabra profiriendo, a veces por lo bajini y otras más descaradamente, alguna maldición. La maldición más común en estos casos contra la denunciante autoridad era: "Permita Dios que te lo gastes en botica".
Actualmente las cosas han cambiado radicalmente y hoy día son las propias autoridades quienes les espetan a los indefensos e incautos ciudadanos: "Te lo vas a gastar en medicinas".
Manuel Villena lázaro