Los británicos dicen que los hombres públicos son "económicos con la verdad". Pero eso era antes. Ahora, sencillamente se dice "lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar". Veamos, el 15 de mayo, mucho antes de la crisis bursátil pero cuando ya había comenzado la crisis de Vueling, Hispanidad publicó  que el presidente de la compañía, el famoso José Miguel Abad, quería marcharse. ¿De dónde salía la información? Pues muy sencilla: del propio Abad, que así los confesaba a sus próximos tras sus conflictos con algunos de los promotores, que habían mantenido artificialmente alto el valor hasta la fecha misma en la que podían marcharse. Pues bien, ese mismo día recibíamos en nuestra redacción la siguiente e insultante nota negándolo todo, poniéndonos como no digan dueñas.

Abad es un gestor catalán próximo al Socialismo, con amplia experiencia tanto en eventos públicos como en relaciones con la prensa. Observen que no matiza: simplemente lo niega todo, además de situarnos al servicio de oscuros intereses, de faltar a la verdad, de lanzar infundios (¿qué infundios?), etc. Conclusión: el pasado lunes 24 José Miguel Abad presentaba su dimisión como presidente de Vueling "por desacuerdo con los accionistas".

Es decir, no estamos dorando la píldora ni siendo económicos con la verdad: estamos mintiendo. Antes, en un Gobierno o una empresa, manipulaba todo lo que podía para obtener una buena imagen, pero la línea roja era esa: la mentira. Pues bien, ahora esa la línea roja se ha traspasado sin rubor. Y esto es lo preocupante, porque, ya ahora hablo de políticos y de economistas, se ha abierto la veda y ahora seguimos la política del "vale todo". Es una degradación de la sociedad de la información, justo en el punto neurálgico que puede destruirla: en la verdad.  

No todo lo que es verdad debe ser publicado, esto es cierto, ahora bien, la crisis de Vueling, esa empresa señera que el Tripartito catalán querían que fuera la compañía de bandera catalana, la que sustituyera a la española Iberia en el Prat, era de interés público, y la información no era otra cosa que una defensa de Abad. Porque, en efecto, Abad mentía en la nota que nos envió, pero su actitud en Vueling era la más honorable: simplemente se vio sorprendido por unos accionistas-tiburones que habían enrolado en el proyecto a muchos pequeños accionistas y luego les han dejado tirados. Pero eso no catapulta para mentir, y encima hacerlo con tanto cinismo.

La vida pública española necesita una cura de sinceridad. Para ello, ha llegado el momento de mostrar las vergüenzas del mentiroso.     Eulogio López   eulogio@hispanidad.com