El presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, acudió el miércoles 26 al Club Siglo XXI, para afirmar que "España tiene un problema".  Menos mal que había anunciado que su discurso seria político-jurídico y, por tanto, "menos interesante que el dibujo de las ciudades y cómo se llega a dónde", clave -según el líder del PSC- de la configuración política.

 

Pues bien, según Maragall, el problema fundamental de España es no reconocer que existe un problema. Por el contrario, Cataluña no tiene problemas. "Tenemos más intereses en juego en Europa que en España. No estamos en el siglo XIX en el que pedíamos antidisturbios o aranceles. No es un asunto de interés, es un asunto de afecto. Nos unen lazos familiares, nos reímos más con el humor español que con el francés", señaló Maragall. Un buen motivo. Pero también una advertencia: La independencia no costaría nada en términos de interés. Curioso por otra parte la afirmación de que su nieto "es tan castellano, que es portugués". Un repaso de la geografía no vendría mal.

 

Total, que España tiene un problema y que Cataluña se ofrece desinteresadamente a ayudar en su solución por motivos afectivos. ¿Verdad que suena muy romántico? La propuesta de Maragall consiste en avanzar hacia el autogobierno en el marco de una España plural definido por los socialistas el pasado verano en Santillana del Mar. "Este es el único camino viable e interesante", sentenció. Además, anunció que tanto ERC como PSC se implicarían en este proyecto. "Y tanto", dijo en expresión catalana, después de advertir que "los catalanes nos aburriríamos muchísimo sin pelarnos con los madrileños". Para Maragall esta competencia entre catalanes y castellanos ha sido la causa de muchas páginas negras de nuestra común historia, pero también "la mano invisible" que nos ha ayudado a progresar.

 

En su opinión, España es plural (varias) y distinta (realizada de diferentes maneras): "La derecha unanimista es posiblemente más cómoda, pero también más irreal, menos representativa de la realidad de la sociedad española". Su reforma la encuadra entre la sinceridad para realizar el "juicio del pasado", que propone Muñoz Molina, y la "atención entre la memoria y el olvido", por la que aboga Peces Barba. 

 

En este sentido, aboga por una reforma estatutaria que establezca principios generales en lugar de la propuesta de los constitucionalistas de redactar un Estatuto que blinde las competencias autonómicas. "El Estado ha terminado comiéndose muchas de estas competencias, por ejemplo en materia comercial, con la excusa del interés general", señaló. En su propuesta más abierta y arriesgada, se muestra partidario de que sean los jueces quienes decidan los conflictos competenciales. "No queremos poner freno a nuestra ambición. Porque nuestra ambición no va contra nadie, sino a favor de la realidad de los ciudadanos", señaló.

 

En cualquier caso, propone realizar los cambios competenciales con el máximo consenso, "el mayor progreso y la mayor igualdad". Maragall mostró respeto moderado por la Constitución. Por una parte, lealtad constitucional, pero sin exagerar, ya que, al fin y al cabo, la Constitución también va a ser modificada. Lo que es seguro es que no esperará a la reforma constitucional para emprender la modificación estatutaria. "No vamos a forzar la máquina, pero tampoco nos pondremos frenos innecesarios", concluyó.

 

Entre sus propuestas se encuentra la "resurrección" de la consideración del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña como órgano supremo de cada comunidad autónoma. Maragall vende esta reforma como una medida de economía procesal de interés común. Además, quiere que la Generalitat sea considerada Estado y se muestra satisfecho de que algunos organismos estatales se vayan a trasladar a Cataluña. También quiere que el Estado español asuma la defensa del idioma catalán como propio de España. Por eso, defiende que el Gobierno batalle por la presencia del catalán en las instituciones europeas y por que el Instituto Cervantes enseñe también el catalán: "Ahora tenemos la batalla de las matrículas de los vehículos. Y ustedes dirán: ya empezamos con detallitos. Pero los símbolos son importantes. De símbolos vive la gente y, a veces, también muere".

 

Obviamente, Maragall no se olvidó de tener representación en la Unión Europa: "Los catalanes aspiramos a ser reconocidos como parte de una comunidad global". Y en esta aspiración se incluye también un sistema fiscal "justo" y un sistema judicial adaptado a las comunidades autónomas.

 

No, no se trata del discurso de un nacionalista, sino de un socialista catalán. Maragall ha asumido el reto de robarle a CiU los votos nacionalistas. Define su postura como equidistante entre los que renuncian a España (ERC) y los escépticos que quieren que las cosas sigan como están, los convergentes, a los que calificó "agnósticos" de la capacidad de mejorar la relación entre España y Cataluña.