Al menos si se cumplen las previsiones de las encuestas para las elecciones generales de marzo, que José María Aznar está a punto de convocar. Según el estudio de opinión del diario El Mundo, el PP aventaja al PSOE en 10,7 puntos. A día de hoy, y tras el acuerdo del tripartito catalán, el Partido Popular de Mariano Rajoy obtendría un 44,6% de los votos, frente a un 33,9% del PSOE. En pocas palabras, que el PP obtendría mayoría absoluta y que Rajoy incluso superaría el magnífico resultado obtenido por Aznar en 2002. Al menos, si la situación política no cambia de aquí a marzo.
Y eso que don Mariano no ha abierto la boca, salvo para decir soserías (y cabe pensar que, con estas previsiones, así seguirá por muchos años), y que rechaza los debates (¿Para qué? Sólo tiene que perder) y que el aspirante popular se ha comido el Prestige y la Guerra de Iraq. Al parecer, ambos asuntos están ya más que olvidados y ahora lo que vende es el nacionalismo. La encuesta fue hecha cuando el Pacto catalán ya estaba cerrado, y mientras media España brama contra los separatismos. Es más, con gran acierto periodístico (sí, Pedro J. también puede acertar), El Mundo titula hoy su segunda entrega: "El 52% de los españoles rechaza cambiar la Constitución para satisfacer a vascos y catalanes". La segunda parte de la proposición es más importante que la primera: Vascos y catalanes caen tan gordos con sus constantes reclamaciones soberanistas que el resto de España, incluidos muchos votantes socialistas, están dispuestos hasta votar al PP con tal de fastidiar al PNV, a CiU y a Carod-Rovira (ya conocido popularmente por Carota-Rovira).
¿Por qué Rodríguez Zapatero no ha sabido parar a Pascual Maragall y no le ha obligado a pactar con los nacionalistas moderados de CiU? Pues porque Maragall sencillamente no le obedece. Bueno, ni Maragall ni nadie en el PSOE. Zapatero no controla el Partido, y se ve obligado a hacer concesión tras concesión, aún a riesgo de suicidarse... que es lo que está a punto de hacer.
El espectáculo es tan curioso que podría favorecer a otros partidos menores o neonatos, como Familia y Vida, encargado de recordarle al PP sus constantes traiciones a su ideario, así como a partidos de izquierda, especialmente grupos ecologistas, que están hartos del progresismo reinante en la izquierda española.
Y así, Rodríguez Zapatero, pre-dimisionario, condenado a seguir el camino de Joaquín Almunia, la dimisión, intenta evitar lo inevitable con un programa político absolutamente 'light', liviano, melifluo, un arquetipo de lo 'archiprogre': matrimonio para homosexuales, más aborto (metafísicamente imposible en España) y algún que otro palo a los curas, que siempre hace bonito. Ni un sola idea en materia económica o fiscal, y con contradicciones flagrantes en la estructuración del Estado, es decir, en el asunto nacionalista, la estrella de la política española para desgracia de todos los españoles.
Así que Maragall ha hundido a Zapatero y ha hundido al PSOE. Eso sí, él es presidente de la Generalitat. El mundo económico ya se ha dado cuenta: Mañana Zapatero podría abogar por nacionalizar todas las empresas privatizadas. Da igual, nadie le haría caso, sabiendo que juega a perdedor.