Al parecer, Madre Maravillas no va a contar con plaza en el Congreso. Es lógico, estamos en una sistema político anticonfesional, repletos de almas laicas o, como diría El País, de padres laicos para distinguirlos de los famosos padres-curas.
Que yo sepa, la número tres del PSOE, Leyre Pajín no es padre, por lo que sus declaraciones sólo pueden calificarse como ecuánimes. Ha dicho la susodicha: Más allá de los méritos discutibles de la santa Maravillas, creo que a todos se nos ocurren candidatos con más méritos para ponerle una placa. Y es que de méritos y virtudes doña Leyre sabe un rato. Vamos, como que yo no me atrevo a discutirle nada.
Luego está el independentista catalán Ridao: Hay reconocimiento del error y, en términos católicos queremos que se reconozca, no sólo el pecado, sino que haya propósito de enmienda. Lo que revela que el señor Ridao estudió catecismo, aunque hable de conocimiento y no de dolor de los pecados.
Si Tierno Galván bautizó a Juan Barranco como Juanito Precipicio era porque le conocía: La decisión que ha tomado la Mesa del Congreso es un desatino, especialmente el apoyo del hermano Bono. Si reza una Ave María se le perdonará. Ingenioso el chavalote, a fuer de original.
¿Y qué me dicen de la sonrisa del Régimen, la del portavoz popular Esteban González Pons? Como buen centro-reformista, busca lugares de encuentro: que sea el ayuntamiento, propone, quien coloque la plaza. Vamos, que el asunto le importa un bledo porque él es otra alma laica, de derecha moderna, o sea, pagana.
En cualquier caso, estoy de acuerdo con todos esos respetables tribunos: yo creo que el Congreso no se merece una placa de la Madre Maravillas. Lo que se merece es lo que tiene, a Pajín, Barranco, Ridao o Pons. Y el único problema es que promulgan leyes. Nada hubiese ocurrido si la placa estuviera dedicada a un estalinista confeso, a un islámico, a un budista o a un adorador de Zoroastro. Pero, ay amigo, era una monja. Y encima fiel a Cristo. Y claro, eso no puede ser en un estado aconfesional que, es como su mismo nombre indica, el que no tiene confesión alguna. Y así le va.
Como hoy se cumple el trigésimo tercero aniversario de la muerte del innombrable, ya saben, el anterior jefe del Estado, resulta pertinente formularse la siguiente pregunta: ¿Qué hubieran hecho los cuatro aludidos si hubiesen vivido en mayo del 31 o en la primavera del 36? Digo, a parte de asesinar a la Madre Maravillas. Bueno, salvo Pons que estaría dando mítines con Lerroux, embutido en chaqueta de pana y el aludido Bono, quien aseguraría impertérrito, que todos los conventos no valen lo que la vida de un solo español.
Eulogio López
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