Y ahí tenemos a SM, regando con su ciencia de papel todos los colegios, especialmente los religiosos. Son ellos los que han hecho ese estudio, riguroso, dice el ABC sobre lo que piensan los jóvenes españoles, un estudio que , la vía de los resultados condiciona seriamente si los jóvenes piensan de algún modo o si los que no piensan en modo alguno son los propios marianistas. Y así, nos informan de que si hay una institución en la que no creen los jóvenes es en la Iglesia, aunque, miren por donde, sí creen en Dios. Es lo mismo que me pasa a mí: me gustan más los amigos que los inspectores de Hacienda. El joven, como el adulto o el anciano, necesita una razón para vivir, y esa razón sólo Dios puede proporcionarla. Por el contrario, la Iglesia es esa estructura humana un poco pelma, que me dice lo que debo y no debo hacer, eso no le gusta, especialmente a la juventud.
Por cierto, no sé por qué tantos cristianos se preocupan del desapego de los jóvenes por la Iglesia. Siempre he dicho que me preocuparía mucho más el desapego de los viejos. Al joven le queda, salvo error u omisión, mucho tiempo, pero el anciano no puede esperar para plantearse a fondo su vida, porque se sabe en la recta final. Por lo general, el anciano tiende hacia la santidad o hacia la desesperación, pero nunca hacia el desprecio por la religión.
Naturalmente, cada vez que la Fundación Santa María lanza este tipo de maravillosos estudios, la prensa progresista una reiteración, supongo- traduce al lenguaje políticamente correcto las conclusiones. Por ejemplo, el estudio informa, como tantos otros estudios, de que lo que más valoran los jóvenes es la familia, como fuente de afectividad. En plata, todos necesitamos sentirnos queridos y el joven encuentra ese cariño en la familia. Pues bien, El Mundo hablaba de una juventud española muy comprensiva hacia los distintos modelos de familia. Como si esos modelos fueran ajenos al grado de afectividad y de confianza que otorga la familia a sus miembros.
Lo que quiero decir, por si no ha quedado claro, es que los marianistas están ligeramente desmadrados. Con los maristas, que controlan Edelvives, otras de las grandes editoriales escolares, ocurre algo parecido. En 1968 ya estudiaba servidor en los maristas de Oviedo -Colegio Auseva-, y ya por aquel entonces sólo había un fraile, uno sólo, que vistiera la sotana en la congregación, a la que los chavales conocíamos como el babero. Cuando me fui a estudiar a la universidad no quedaba prácticamente ninguno de los frailes.
¿Qué les ha ocurrido a Maristas, marianistas y otros istas? Pues les ha ocurrido algo nocivo, disolvente, terrible: fracasaron como clérigos pero triunfaron en los negocios, y eso fue definitivo, mortal para su espíritu. Una de las costumbres más acendras entre las órdenes religiosas actuales en España consiste en ceder el protagonismo, no ya a laicos, sino a antiguos clérigos de la orden ahora secularizados. Y como la corrupción de lo mejor es lo peor, y no hay nada peor que el cura rebotado, he aquí como estamos y a lo que nos dedicamos: a ganar dinero, que de eso, al parecer, se trataba.
Y lo malo es que maristas y marianistas siguen siendo dos órdenes religiosas y la gente los identifica como tales. El asunto es gravísimo y me explicaré con un ejemplo. En cierta ocasión tuve que llamar la atención a un colegio (religiosos franciscanos, que conste) por un libro de historia ahora llamado ciencias sociales- donde se exponía una demografía que ya ni la progresía acepta por trasnochada. Ya saben, la bomba demográfica y la necesidad de reducir la población mundial. La respuesta del profesor, un tipo encantador, dicho sea de paso, fue la siguiente:
-Pero ¿cómo puede decir que este libro no es cristiano si es un libro de Edelvives?
Eulogio López