Sr. Director:
Todavía estoy con la boca abierta por el asombro que me ha producido las opiniones del Sr. Santiago Carrillo sobre la nueva encíclica del Papa Caritas in veritate (La caridad en la verdad) en donde las cuestiones sociales y las crisis global, económica y financiera es tratada de forma muy profunda y en cierta manera original, siempre desde luego apoyada en los antiguos documentos desde el Rerum novarum hasta la Populorum progressio, de Pablo VI.

Bueno, pues no. Según don Santiago a quien Dios guarde muchos años -y lo está guardando- el Papa se ha basado en Don Carlos Marx para escribirla, eso del amor en la verdad es la esencia del comunismo y hasta que el señor Carrillo nos lo ha dicho pues no nos habíamos dado cuenta. Los millones de vida que se perdieron no sólo en las guerras sino en la purgas del Sr. Stalin, otro benefactor de la humanidad, cuando a todo el que decía algo que no le gustaba lo asesinaba o lo mandaba a Siberia que es casi lo mismo, aquello no era más que una muestra de amor al hombre y de la verdad de una doctrina.

Señor Carrillo no quiero trasladar a nuestra historia todos estos crímenes porque no vale la pena a estas alturas hablar de Paracuellos y de otras muchas cosas que ocurrieron por culpa de los comunistas en nuestro país. Tantos paseos dados a inocentes de toda edad y condición, eso hay que aceptarlo como una pagina bochornosa y criminal, olvidarlo y pasar página por el bien de la España presente y futura. Yo también tengo memoria histórica pero no la quiero usar por no inquietar a nuestros conciudadanos.

Señor Carrillo voy a darle un consejo. Usted que ha entrado en esa edad en la que el trabajo y la obligación más importante es como decíamos hasta hace poco tiempo prepararse a bien morir. ¿Por qué no se olvida de la política, de lo que hizo usted o dejó de hacer y se concentra en el futuro que necesariamente va a ser corto? ¿Por qué no tiene un momento de lucidez y piensa que cuando esta vida acabe de pasar lo único que va a llevarse a la eternidad serán sus obras buenas y todo lo bueno que halla hecho en la vida?

Dedíquese en vez de juzgar la encíclica de Benedicto XVI, en ir recorriendo cada día de su vida para después pedirle perdón a Dios, ese Dios en el que usted no cree, pero que en cambio Él si cree en usted. Siéntase como el hijo pródigo. ¿Se acuerda de la parábola de Cristo? Vuelva a leerla y medítela. Todo el mundo se fija más en la postura del hijo porque es la nuestra pero usted además, fíjese en la del Padre, aquél Padre que todas las tardes salía al camino a ver si su hijo descarriado volvía. Hasta que lo vio volver. No necesitaron casi palabras el Padre lo abrazó porque a pesar de todo era un hijo muy querido.

Pues don Santiago usted igual. Solo un momento de arrepentimiento y lo de atrás es olvidado, pero tiene que hacerlo con amor y en la verdad.

Y podría pensar que si el comunismo tiene algo de bueno es porque lo ha cogido de la doctrina de Cristo. Venga don Santiago dígale al Señor como aquel ciego del evangelio que no veía ¡Domine, ut videam! (Señor que vea). Él pedía la vista para los ojos, pídala usted para el alma. Y lea el evangelio. Le aseguro que es mucho más interesante para el hombre que leer el manifiesto comunista o el capital.

Piedad Sánchez de la Fuente

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