La monumental estafa de los embriones se desinfla. La semana pasada hablábamos de la denuncia de investigadores de la Universidad de Navarra, quienes afirmaban que las células madre procedentes de embriones (es decir, procedentes de masacrar embriones, o seres humanos pequeñitos) no sólo no han conseguido ninguno éxito terapéutico (y un montón de éxitos homicidas), sino que, además, puede generar tumores.
Y no sólo eso, también recordábamos, recordaban estos investigadores, que las células madre adultas, las que no matan a nadie, sí habían obtenido éxitos terapéuticos, no incluían la muerte de ningún ser humano (ser humano es aquel que posee genoma humano) y provocaban menos rechazos por la sencilla razón de que procedían del interesado (aunque también puede proceder de otro tipo de tejidos).
Pues bien, en Bélgica, acaba de nacer el primer bebé concebido tras un transplante de ovario. Una mujer se quedó estéril a consecuencia del tratamiento oncológico. A la madre se le extrajo tejido ovárico y se le reimplantó años después. Ahora, ha tenido a una niña que, para fastidiar a los prestigiosos científicos, ha pesado 3,72 kilos. A ver, repitan conmig las células madre adultas no perjudican a nadie. Las células madre adultas curan enfermedades y no matan a nadie; las células madre embrionarias son un matadero terapéuticamente inútil.
Es igual, toda la progresía política, mediática y científica ha avalado la gran matanza de embriones procedente de la fecundación in vitro, que es con lo que realmente convendría acabar (con la FIV, no con los embriones) y comienzan a lanzar una nueva bestialidad-estafa: la clonación terapéutica.
Pues bien, a pesar del caso Touirat, la ministra de Sanidad, Elena Salgado, inasequible al sentido común, anunciaba, en la mañana del lunes 27, que los experimentos con células madre embrionarias comenzarían en octubre.
La combinación por la que se llega a este tipo de mentiras universales es clara: los políticos se han convertido en moralistas. El político de la postguerra mundial gobernaba, es decir, gestionaba la cosa pública según unos principios morales e ideológicos (que viene a ser lo mismo), pero no se le ocurría ponerse a dictar esos principios. Eso era tarea de ideólogos y moralistas. Él acogía una serie de principios y los aplicaba a la gestión del dinero público y a los intereses de su Estado. Ahora no. Ahora, el político desea, antes que nada, un púlpito. Por eso, se lleva tan mal con los obispos, porque constituyen su competencia. Oiga, y a la competencia, ni agua. En segundo, están los científicos, que, más modestos, no quieren ser obispos, sino dioses. Invocas ante un científico el verbo crear, y se pone como loco. La tercera pata de esta grandísima estafa se llama medios informativos. El sistema mediático actual se rige por el principio de ¿por qué no? Es decir, si algo puede hacerse, resulta un imperdonable atentado contra la libertad no hacerlo. Por ejemplo, la guerra nuclear.
Eulogio López