Me preguntan muchos lectores por qué hablamos poco de la francmasonería y mucho del Nuevo Orden Mundial
La respuesta es la misma: el siglo XXI no es el siglo de las conspiraciones, sino de los consensos. Los líderes no salen de camarillas secretas: son aquéllos que saben hacer suyos los consensos sociales -por cierto, tremendamente variables- que o imponen o vehiculan (no lo tengo muy claro -los medios informativos e Internet (sobre todo Internet)- y, por decirlo en pocas palabras, se colocan a la cabeza de la manifestación. Los consensos son, por decirlo de algún modo, lo políticamente correcto, la sociedad de la información es el reino del prejuicio, de un prejuicio no impuesto por una élite, como ocurría en el pasado, sino por las masas. El líder, el Nuevo Orden Mundial, viene después, y capitanea a las masas según el principio que ésta ha hecho suyo. Por decirlo de otro modo: el hombre más valioso del mundo es Internet, que decida qué cosa es políticamente correcta y cuál no en cada momento.
Las logias eran y son instituciones pero dejan demasiada huella, mientras los consensos responden al viejo dicho: ¿Cómo esconder un elefante en la Quina Avenida de Nueva York? Llenando la Quinta Avenida de elefantes. Lo exige la transparencia, porque ser transparente en el siglo XXI no es una decisión: es una obligación.
De todas formas, el paso de la masonería al NOM, de las conspiraciones al consenso es gradual y, en cualquier ocasión, el cambio supone que la masonería puede haber pasado de moda pero no los ideales masónicos convertidos en consenso público. Por eso resulta harto interesante el artículo publicado en la revista digital de pensamiento ARCOL. Enhorabuena.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com