Una juez, Vicky, la famosa Vicky, de Oklahoma, acaba de derogar, o al menos tal es su fallo, la ley sobre objeción de conciencia del personal sanitario ante al aborto. Es decir, que Vicky quiere obligar a médicos y enfermeras a matar a niños no nacidos, les guste o no les guste. Y si no, serán castigados.
Esto es como el bautismo de fuego de los mafiosos y de las bandas delincuentes: sólo eres aceptado en el Grupo cuando te cargas a tu primer fiambre. Como en El mito de Bourne, dónde sólo se admitía en la élite de los comandos incontrolados de la CIA cuando asesinaba a un tipo sin conocer las razones por las que lo hacía. Es la historia de la perversión, sólo que ahora en Oklahoma y de la manera más democrática posible: por mandato judicial.
Insisto: la mejor manera de terminar con la libertad es terminar con la objeción de conciencia, que, insisto, no es un derecho, sino cualquier derecho en su punto de prueba. Por eso, los liberticidas, es decir los aborteros, es decir, los progres, se han propuesto terminar con el derecho a la objeción de conciencia.
Lo más gracioso del fallo de Vicky lo explica Zenit de esta guisa: Ese día, la juez estableció que ya no será obligatorio efectuar los análisis de ultrasonidos, para verificar las condiciones reales de salud del feto, 24 horas antes de proceder a realizar un aborto. La juez considera que ver las imágenes del propio hijo y escuchar al médico describir los detalles físicos visibles pueden en efecto 'influir' en la decisión de la mujer.
Está claro, si le enseñas a la madre a su hijo a lo mejor se arrepiente y no se consigue lo que Vicky pretende: el asesinato del niño. A la madre de Vicky, vaya usted a saber por qué, no se le ocurrieron estas profundas reflexiones, pero seguramente hizo grandes esfuerzos para que su niña estudiase derecho, en lugar de dedicarse a la moda, por ejemplo.
Esto es lo que se llama el Gobierno de los jueces, eso que algunos confunden con el Estado de Derecho.
Eulogio López
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