Sr. Director:
Creo que el ejército español debe plantearse seriamente qué clase de material ha enviado a Afganistán.
No resulta razonable que en la guerra que se está llevando a cabo en aquel país –porque no cabe duda de que allí se está librando una verdadera batalla contra el terrorismo islámico– la mayoría de las víctimas que se han producido entre las unidades que tenemos destacadas allí , al menos así se nos lo ha vendido el gobierno socialista que dirige los destinos de nuestra patria, han sido causadas por defectos de los vehículos que se utilizan en aquellas latitudes. Unos todo terreno que, al parecer, tienen de todo menos de "todo terreno", porque su facilidad para volcar al menor desnivel que tengan que sortear resulta, para cualquier ciudadano de a pie que tenga un mínimo de sentido común, algo poco menos que incomprensible. Tampoco es fácilmente asimilable el que un helicóptero preparado para volar en vuelo rasante resulte que, por una simple ráfaga de aire, se precipite al suelo cuando, las primeras noticias que fueron facilitadas por otros grupos de la coalición y los compañeros del otro helicóptero que lo acompañaba, atribuían a un ataque de los terroristas la caída del aparato.
Es verdad que los que no nos tragamos nada de lo que se nos dice desde ámbitos gubernamentales podemos pensar, sin que se nos pueda tachar de incrédulos o temerarios, que se nos está dando gato por liebre y que, lo que para el Gobierno son meros accidentes, para nosotros puedan ser bajas causadas por los disparos o minas de los talibanes. No sería de extrañar que el Gobierno prefiriera ocultar la realidad consciente del efecto negativo que tales acciones bélicas pudieran causar en una ciudadanía a la que, precisamente ellos, se ocuparon de predisponer en contra de cualquier tipo de guerra. No olvidemos la especial sensibilización de la población española hacia el envío de tropas españolas al extranjero. Debemos recordar las manifestaciones que se produjeron en toda la nación en contra de la guerra de Irak, especialmente provocadas por la izquierda progresista que se hizo dueña de la calle y provocó un vuelco electoral que supuso la accesión al poder del Partido Socialista.
No debemos maravillarnos de que ahora, al irse contabilizando un reguero escalonado de bajas en nuestros efectivos, los que fueron los causantes de las algaradas contra la guerra, se hayan quedado mudos y vayan pasando por todos estos desgraciados sucesos como si anduvieran pisando huevos para que el resto de ciudadanos no les recriminemos su actitud complaciente y cómplice con los socialistas y comunistas que tanto reprocharon a anterior gobierno lo de Irak. Y es que hablar de víctimas causadas por minas, o por balas o por los cuchillos de los terroristas podría ser contraproducente para la parroquia socialista y especialmente para el señor Zapatero que tanto fruto sacó de la guerra, tanto que le valió ganar unas elecciones que sin ella dificilmente hubiera conseguido. Pero vean por donde las tropas que envió el señor Aznar, cuando lo de la guerra de Irak, no tuvieron víctimas en combate y ahora sí las hay; una diferencia que deberían tener en cuenta estos progresistas que se las dan de antibelicistas y antiglobalización.
No debemos perder de vista que tenemos tropas desplegadas por otros países, en especial en un lugar tan peligroso como pueda ser el Líbano, donde la situación política con motivo de las luchas intestinas entre las facciones guerrilleras y el ejército regular han llegado a poner en peligro de guerra civil a la nación. ¿Qué ocurriría si las fuerzas españolas de interposición se vieran atacadas por los de Al Fatá (que todos sabemos que está relacionada con Al Qaeda)?, ¿estarían en condiciones de defenderse de sus ataques?, ¿tienen instrucciones precisas de cómo actuar en el caso de que los israelíes atacaran de nuevo a los libaneses? No les quepa duda de que nuestros efectivos en dicha nacionen están corriendo un peligro mucho mayor de aquel al que estuvieron expuestos en Irak, donde se limitaron a ejercer funciones de ayuda en la retaguardia, como pudieran ser la instalación de hospitales de campaña en los que, por cierto, se llevó a cabo una espléndida labor de asistencia sanitaria a la población civil, que mereció el reconocimiento no sólo de las tropas de los contingentes de otras naciones beligerantes, sino incluso de la propia población irakí que se vio beneficiada por la asistencia de unos médicos expertos y unos enfermeros dispuestos a atender, desinteresadamente, a todos los enfermos que se pusieron en sus manos incluidos muchos niños a los que además de satender sus enfermedades se les aplicaron vacunas de las que carecían en aquel país. Esto es lo que el maniqueismo de la izquierda española no se atreve a mencionar, porque sabe que no le conviene difundirlo ya que si lo hicieran quedarían al descubierto sus patrañas sobre lo sucedido en aquella nación. Ellos prefirieron utilizar el montaje sobre la masacre del 11-M para arremeter contra el Gobierno acusándolo de ser el responsable del atentado por haber participado en la campaña de Irak.
Ahora, no obstante, ni el señor Zapatero, ni el ministro de defensa, ni los mandos militares nos informan, a los españoles, de lo que está ocurriendo con nuestros jóvenes en los distintos avatares a los que están enfrentados. Sólo, cuando no les queda otro remedio, al producirse bajas que no pueden ocultar, se nos la quiera dar con queso atribuyéndolas, ¡mire usted que casualidad!, a accidentes fortuitos.¡A otro con este hueso!
Miguel Massanet Bosch