Lunes 17, en uno de los restaurantes más caros de Madrid (Príncipe de Viana). El presidente de Caja Madrid almuerza con el ex secretario de Estado de Hacienda, Enrique Giménez-Reyna, imputado, junto a su hermana Pilar, en el caso Gescartera (su hermana era la presidenta de la sociedad intervenida). Ahora Giménez-Reyna trabaja en el despacho del todopoderoso Marías Cortés, el abogado del grupo PRISA y conseguidor mayor del Reino de España, y asesora a don Miguel en su batalla con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, batalla que hunde su raíces en hondos principios profesionales: Aguirre quiere que Blesa se vaya y Blesa se quiere quedar otros seis años, hasta totalizar 19 al frente de la entidad.
Y eso que Blesa ya contrató a Uría y Menéndez para que elaboraran un informe en el que, sin lugar a dudas, se concluía que, en efecto, el pagano del informe, de nombre Miguel Blesa podía quedarse otros seis años al frente de Caja Madrid. El derecho es una ciencia tan exacta como la contabilidad: dice exactamente lo que uno quiere que diga.
Pero para las grandes batallas no basta un informe de Uría. Cuando está en juego la vida, o lo que es más importante, el cargo, hay que echar mano de Matías Cortés. Sólo por casualidad, en la batalla Aguirre-Blesa, El Mundo se ha lanzado contra el presidente de Caja Madrid y El País en su defensa. También porque quien aconsejó a Blesa que recabara los siempre sensatos consejos de Cortés y Giménez-Reyna fue el inefable alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, que no siente mucho aprecio por Blesa, pero sí mucha animadversión hacia su adversaria, Esperanza Aguirre. Total, que PRISA, siempre dispuesto a favorecer al derechoso pero progresista alcalde de la Villa y Corte, ha salido en defensa de Blesa.
Gallardón, que sueña con la secretaría general del Partido o la portavocía parlamentaria -incluso con ambas cosas a la vez, si hay que sacrificarse- se ha ganado a José María Aznar para la batalla de Caja Madrid con la promesa de que dejará a Ana Botella como alcaldesa. Y eso, después del enfriamiento en las relaciones entre Blesa y Aznar tras la salida de éste de La Moncloa. En cualquier caso, con Gallardón y Matías, Blesa tiene asegurado el apoyo de PRISA.
Así que el jueves 20 el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid aprobará el borrador y, según los juristas de Aguirre, y según el consejero de Hacienda, Antonio Beteta, no hay retroactividad porque el proceso de renovación de órganos se ha iniciado (lo inició por anticipado Blesa para poder alegar retroactividad) pero no ha concluido. Por tanto, la nueva ley le será de aplicación. Y esa nueva ley dará más poner a las dos formaciones mayoritarias, PP y PSOE, que están de acuerdo, a pesar de sus guerras intestinas, en que Miguel Blesa debe marcharse.
Y también se prepara el relevo. Aguirre cuenta con dos candidatos: Manuel Pizarro y Rodrigo Rato. Sí, Rato, que ya no gana tanto en Lazard entre otras cosas porque no hay quien case una operación, y a eso se dedica Lazard y por eso paga: según resultados. Lo malo es que Rato le dijo no a Aguirre en su día, antes del Congreso de Valencia del PP; cuando la oferta no era la Presidencia de Caja Madrid sino la Presidencia del PP con ánimo de destronar a Rajoy, mientras Caja Madrid sólo era el premio de consolación en caso de que se perdiera el Congreso frente al Marianismo. Pizarro, por contra, cuya presencia misma le recuerda a Rajoy su ingratitud, es un señor bien visto para presidir Caja Madrid como antes presidió Ibercaja y la propia CECA.
Pero cuidado: el hombre de Gescartera y el hombre de PRISA velan por los intereses de Blesa.
En la City si sirve de lago, todo el mundo considera que el presidente de Caja Madrid es un suicida y que dejará de serlo en breve plazo, tras armar un escándalo que no le servirá para encontrar trabajo fácilmente.