"Es moralmente indeseable y éticamente malo intentar legislar sobre la supresión de las vidas humanas, inocentes y que toda ley que lo autorice estará sujeta a abusos impredecibles y que es socialmente deplorable y desorientador, tratar de promulgar leyes que aprueben la eutanasia", asevera el doctor Brian Pollard

Por otra parte se ha aprobado un documento, por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, en el que se denuncia la "puerta abierta a la eutanasia" en el  proyecto de ley sobre el final de la vida.

Son unos filtros ocultos bajo el texto legal: "se deja la puerta abierta a ciertas omisiones voluntarias que pueden causar la muerte o que buscan de modo directo su aceleración". Además, "se señalan algunas conductas eutanásicas a las que se daría cobertura legal, como la posible sedación inadecuada, el abandono terapéutico o la omisión de los cuidados paliativos".

Este inadecuado proyecto de la Ley de Muerte Digna no reconoce el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios. También se denuncia la filosofía de fondo que "parece sostener implícitamente que una vida puede carecer de dignidad humana en el momento en que así lo disponga el enfermo e incluso, eventualmente, un tercero".

Insisten los obispos en que la vida de cada persona es sagrada y que las leyes deben garantizar su cuidado. Presentarán, también un nuevo modelo de testamento vital, una versión actualizada de otro modelo que ya fue presentado hace algunos años. Aseveran que esta ley "no debe ser obedecida" y que se debe procurar "con todos los medios democráticos disponibles, que sea abolida". "Las leyes que toleran e incluso regulan las violaciones del derecho a la vida", continúa el texto, "son injustas". Esas leyes ponen en cuestión la legitimidad  de los poderes públicos que las aprueban.

Algunos creen que la eutanasia es un derecho. Nada más lejos de la realidad. Existe el derecho a vivir, pero no a morir ni a matar. La cultura de la muerte es impropia de una sociedad civilizada. En ésta sólo cabe la cultura de la vida.

Nada ni nadie pueden darnos la aprobación para asesinar a un ser humano inocente, ya sea un feto, un embrión, un bebé, un adulto, un longevo o un doliente en su irremediable desenlace final.

"Confirmo que la eutanasia es una grave violación de Dios en cuanto a la eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Semejante práctica conlleva a la malicia propia del suicidio o del homicidio", afirmó Juan Pablo II.

Clemente Ferrer
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