En uno de mis habituales y reconfortantes paseos por Sierra Nevada entablé conversación con un entrenador de un afamado y muy laureado equipo de esquí.
Este señor me hablaba de las excelencias que la provincia de Granada reúne para entrenar especialmente a sus pupilos en las modalidades de slalom y baches. Naturalmente yo le exponía las inmejorables condiciones e instalaciones de nuestra estación de esquí. Mi sorpresa fue mayúscula cuando a todo lo que le decía no le nacía aprecio alguno. Me expuso que para ambas modalidades había encontrado, ¡en la Costa Tropical!, el lugar ideal; concretamente el trayecto de la carretera nacional 340 que discurre entre el cruce con la autovía hacia Granada y la rotonda que da acceso a Motril, naturalmente en ambas direcciones.
Mis ojos debieron parecerse a los de una afamada folklórica e inmediatamente se apresuró a darme pelos y señales de su estratégico plan. El equipo de slalom especial haría sus entrenamientos procurando sortear, cosa harto dificultosa, los múltiples socavones. En cuanto al equipo de baches, éstos irían buscando, valga la redundancia los inmensos baches para introducirse en ellos y tratando de salir ilesos de sus abismales profundidades, cosa también bastante difícil.
Algo más repuesto por la contundencia de sus irrefutables argumentos terminó de explicarme su plan: los corredores de ambas modalidades atravesarán Torrenueva, con sus nueve semáforos, todos los fines de semana del verano, no como suplicio como cualquier humano podría pensar, sino para entrenar la faceta psicológica de la tensión contenida que tanto afecta a los equipos de alta competición
Todo este relato, no sé si habrá sido producto del mal de altura o de un perverso sueño, lo que sí es real y cierto es que es una amarga pesadilla, que dura ya muchos años, la que padecemos todos aquellos que circulamos por la N340 a su paso por Granada.
Manuel Villena Lázaro