Sr. Director:

En 1979, Año Internacional del Niño, se inicia la redacción de la "Convención de los Derechos del Niño", documento que será aprobado en 1989 por la ONU.

¿Qué se buscaba con él? Esencialmente, destruir a la familia. ¿Cómo? Desmantelando los derechos y responsabilidades de los padres sobre sus hijos y sacrificando el bienestar de los infantes arrancándolos de la familia para entregarlos al Estado.

Liderando la consecución de este objetivo estaban algunos grupos de feministas radicales que pretendieron que los niños ejercieran sus "derechos" para que la mujer pudiera librarse de la maternidad. Así, disfrazados de "progresos", se impusieron algunos nuevos puntos que difícilmente estaban a favor de los niños: se privilegiaba, por ejemplo, el inmiscuirse del Estado en el ámbito privado de la familia en una prerrogativa tan fundamental de los padres como el educar a sus hijos.

Es decir, se cambió el legítimo interés por el bienestar del niño por una falsa y peligrosa visión de un niño autónomo con los mismos "falsos derechos" que se proponían para los adultos, amenaza real para la autoridad de los padres y la integridad de la familia. Todo esto bien se puede resumir en un antagonismo artificial a modo de rivalidad entre los derechos de padres y los de los hijos. ¿Y es que no es así? No. Los derechos de los padres sobre sus hijos les enriquecen, no les coartan. Y viceversa respecto a los derechos de los niños.

El hacer aparecer una porfía entre ambos no es justo. Primeramente porque no son contrarios sino complementarios y, en segundo lugar, porque también implican obligaciones o, lo que es lo mismo, responsabilidades.

J. Enrique Mújica 

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