El PSOE ha hecho causa de honor para no reducir las prestaciones por dependencia, es decir, las ayudas públicas a quienes tienen que cuidar de ancianos o disminuidos que no pueden valerse por sí mismos. Y es cierto que era una prestación social interesante... mientras haya dinero. El problema es cuando no lo hay.
En cualquier caso, me parece que la mejor ley de dependencia sería el salario maternal, que es la prestación que falta en el Estado del Bienestar, la que pueda apuntalar la familia. Porque si la familia funciona, no sólo los niños estarán bien cuidados sino que también estarán atendidos los padres. Si hay dinero público lo mejor sería pagar a los padres que tienen un hijo un salario mínimo, aumentar así la tasa de natalidad, lo que provoca no sólo nuevos contribuyentes sino que los padres puedan atender a los abuelos cuando ésos lo necesiten.
Porque, además, la ley del PSOE dibujaba un camino de profesionalización en la atención a los dependientes, especialmente a ancianos impedidos. Y eso me preocupa. Hay cosas que no se pueden hacer sino por amor. Por ejemplo, cuidar a los hijos, cuidar a impedidos. Cuidar enfermos o cuidar ancianos. Los profesionales pueden saber mucho de infancia y senectud, pero no tienen el afecto necesario para atender a quien, antes que especialización profesional, necesita cariño personal. El Estado no puede hacer lo que hacen los individuos porque el Estado se rige por la contraprestación, la familia por el cariño. El Estado puede ayudar, los profesionales pueden ayudar, pero convertirles en protagonistas del cuidado de un impedido me resulta inquietante.
Chesterton lo explicaba así de fácil: "Quien dice que va a tratar a los hijos de los demás como si fueran suyos es como quien dice que va a tratar a las mujeres de los demás como si fueran suyas". Y de los ancianos, o disminuidos, lo mismo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com.